domingo, 10 de julio de 2016

Meditación: Lucas 10, 25-37

Jesús afirmó que el mandamiento más importante era: “Amarás al Señor tu Dios.” Cristo conocía el pensamiento divino y obedecía todo lo que le oía decir al Padre. Como nuevo Adán, escuchaba la voz de Dios sin distorsión alguna, no contaminada con las ideas preconcebidas ni los prejuicios propios del pecado. Y a nosotros nos toca aceptar el amor y el pensamiento divinos para que nuestro razonamiento sea transformado y aprendamos a vivir rectamente.

La pregunta de hoy proviene de alguien que sólo se preocupa por cumplir la ley: le interesa saber a quién debe amar y a quién puede excluir de su amor; no piensa en los sufrimientos de la gente. Jesús, que vive aliviando el sufrimiento de quienes encuentra en su camino, infringiendo si hace falta la ley del sábado o las normas de pureza, le responde con un relato que denuncia todo legalismo religioso que ignore el amor al necesitado.

Cuando la religión no está centrada en un Dios que es autor de la vida y padre de los que sufren, la práctica religiosa puede convertirse en una experiencia que censura la vida profana, pero priva del contacto directo con el sufrimiento de la gente y nos hace caminar sin reaccionar ante los “heridos” que vemos por la calle.

Según Jesús, los que mejor nos pueden mostrar cómo hemos de tratar a los que sufren son las personas que tienen corazón.

San Juan Pablo II escribió: “El Antiguo y el Nuevo Testamento afirman expresamente que sin amor al prójimo, que se materializa en la observancia de los mandamientos, no es posible amar genuinamente a Dios” (Veritatis Splendor, 14). De modo que si queremos amar de verdad al Creador, debemos dejar que Cristo nos regenere cada día, para que la mente y el corazón del Padre se vayan formando en nosotros, y sepamos amar y ayudar al prójimo.
“Amado Señor, concédeme la gracia de aprender a amarte con todo mi corazón, toda mi alma, toda mi fuerza y toda mi mente; y amar a mi prójimo como a mí mismo.”
Deuteronomio 30, 10-14
Salmo 69(68), 14. 17. 30-31. 33-34. 36-37
Colosenses 1, 15-20
Fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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