Los discípulos de San Juan Bautista se consideraban devotos y obedientes. Cuando le preguntaron al Señor acerca del ayuno, él les respondió identificándose con el novio, símbolo de gozo según las Escrituras y en la cultura judía. El Evangelio de hoy, si bien constituye un interludio en medio del relato de diez curaciones, presenta a Jesús como el esposo, es decir, Dios mismo que se ha hecho hombre para restaurar a su pueblo y darle vida.
El pueblo judío atribuía gran respeto al esposo, porque el judaísmo es una religión fuertemente arraigada en la familia, en la que el padre es el principal maestro espiritual y guía de la práctica religiosa familiar. Cuando Jesús vivió en la tierra, también cumplió la función de maestro espiritual y de la fe, para alegría de sus discípulos. Este gozo finalizaría temporalmente en la crucifixión (a la cual Jesús se refiere veladamente en Mateo 9,15), ante la cual sus seguidores se lamentarían hasta el momento de la resurrección.
La enseñanza de Jesús continúa con dos parábolas: No parchar un vestido viejo con género nuevo, y no echar vino nuevo en cueros viejos. Estas parábolas sugieren que las enseñanzas de Cristo, siendo nuevas, eran distintas del judaísmo, que así pasaba a ser anticuado. ¿Cómo hemos de entender la relación entre el cristianismo y el judaísmo si lo nuevo es distinto y superior a lo antiguo?
El Señor enseña que no debe descartarse el vestido viejo ni tampoco perderse el vino nuevo. El vestido viejo todavía puede usarse, y también deben preservarse el vino nuevo y los odres. Jesús no había venido a abolir la ley ni los profetas, sino a darles su pleno cumplimiento (Mateo 5,17). Lo antiguo es bueno, pero hay que verlo y entenderlo a la luz de la plenitud de lo nuevo y lo bueno de Cristo. Esta es la forma en la que tiene sentido el ayuno (y otras prácticas religiosas de la Antigua Alianza). Jesús no rechazó el judaísmo, porque esta es la base sobre la cual se funda el cristianismo: la Palabra de Dios oral y escrita que contienen el Antiguo y el Nuevo Testamentos.
“Señor y Salvador mío, Dios de Israel, concédenos la capacidad de entender tu obra y responder bien por todo lo que has hecho para reunir un solo pueblo bajo tu majestad y señorío.”
Amós 9, 11-15
Salmo 85(84), 9. 10-14
Salmo 85(84), 9. 10-14
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