lunes, 11 de julio de 2016

RESONAR DE LA PALABRA 110716

Evangelio según San Mateo 10,34-42.11,1. 
Jesús dijo a sus apóstoles: "No piensen que he venido a traer la paz sobre la tierra. No vine a traer la paz, sino la espada. Porque he venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre y a la nuera con su suegra; y así, el hombre tendrá como enemigos a los de su propia casa. El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará. El que los recibe a ustedes, me recibe a mí; y el que me recibe, recibe a aquel que me envió. El que recibe a un profeta por ser profeta, tendrá la recompensa de un profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, tendrá la recompensa de un justo. Les aseguro que cualquiera que dé de beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa". Cuando Jesús terminó de dar estas instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí, para enseñar y predicar en las ciudades de la región.


RESONAR DE LA PALABRA
José Luis Latorre, cmf
Queridos amigos:

En el Evangelio Pedro le manifiesta a Jesús su inquietud: “Nosotros que lo hemos dejado todo y te hemos seguido, ¿qué vamos a recibir?” Los discípulos se mueven en el plano de los humanos: yo te doy tanto y tú cuanto me das; hago esto por ti y tú qué me vas a dar a cambio…No es fácil al ser humano dar sin esperar; hacer las cosas gratuitamente y desinteresadamente. Más bien parece que todos buscamos compensaciones; ello nos da seguridad y tranquilidad. Nos resistimos a dar sin recibir, porque nos parece que vamos a quedarnos en el aire y sin dónde agarrarnos. Los seres humanos somos tremendamente calculadores y precavidos. De ahí que si alguien se aprovecha de nosotros, se nos hace muy cuesta arriba volver a confiar.

Jesús se muestra comprensivo con la pregunta de Pedro y le responde con toda rotundidad –“os lo aseguro…”- ellos que han cumplido los dos requisitos que Jesús puso al joven rico –dejarlo todo y seguirle- tendrán una gran recompensa: la plenitud de la vida, anticipada ya en la vida presente. Van a experimentar la alegría, la paz, la fraternidad, la solidaridad de los demás, la libertad que da no apegarse a las cosas de la tierra, y la seguridad de la Providencia de Dios que cuida con amor y delicadeza de sus hijos. Dios Padre no va a fallar al que se fía de su Palabra y la lleva a la práctica.

Pero es interesante constatar: cuando el hombre se fía de Jesús y da el paso decidido cumpliendo las dos condiciones de Jesús (dejarlo todo y seguirle) se produce en él la liberación, la alegría, la paz, la tranquilidad y la convicción de que ha dado un paso muy importante en su vida. Se cumple la palabra de Jesús que Pablo les recordó a los de Éfeso: “Hay más alegría en dar que en recibir”. Uno experimenta que la alegría que viene de Dios, no tiene nada que ver con la alegría que da las cosas del mundo.

 Hoy celebra la Iglesia la memoria de San Benito Abad. Benito nade en Nurcia -Italia- en el 480 dC en el seno de una familia rica. Y en un momento de su vida hace como los discípulos: lo deja todo y sigue a Jesús. Se retira a la soledad y allí vive entregado a Dios en la oración y el trabajo. Escribe su libro La Regla de San Benito, ejemplo e inspiración de muchas congregaciones religiosas que nacieron después de la Orden Benedictina que él fundó. Y como Benito muchos y muchas – consagrados y laicos- que han hecho esa misma opción de vida su memoria perdura de generación en generación y son un estímulo a fiarse de la Palabra de Jesús y vivirla. 

fuente del comentario: Ciudad Redonda

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