Alfredo María Pérez Oliver, cmf - Miércoles, 6 de julio de 2016
Los primeros testigos de la presencia de Jesús resucitado están ahí con la fuerza del encuentro. Hay que dejar aparte la primera presencia, tan íntima, tan inabarcable con María la Madre. Ella no se asoma al brocal pidiendo dar su testimonio, lo guarda todo en su Corazón. Así que voy a recordar la primera que presentan los Evangelios: María Magdalena.
El Papa Francisco ha mandado dar la misma categoría litúrgica a su fiesta que a la de los demás apóstoles. La razón, se ha dicho, porque es la “Apóstola” de los Apóstoles. Vio a Jesús pero no lo reconoce, hasta que Jesús “se hace conocer y ver” al llamarla por su nombre. “se fue corriendo adonde estaban los discípulos y les anunció: He visto al Señor.”(Jn.20,18).
Siguen unas presencias en las que reaviva la fe de los apóstoles y les hace palpar que es el mismo Jesús al que siguieron por los caminos de Palestina y los regenera. No olvido que estoy desarrollando la segunda perspectiva: “regenerados.”
San Pablo merece un recuerdo especial. No fue transformado por un pensamiento, por ninguna evolución psicológica, sino por un acontecimiento: la presencia irresistible de Jesús Resucitado, de la cual ya nunca podrá dudar, pues la evidencia de ese encuentro fue muy fuerte, tan fuerte que le cambió radicalmente su vida. San Lucas narra con todo detalle en el capítulo noveno de los Hechos la experiencia vivida por el perseguidor. Al temeroso Ananías lo manda a regenerar por el Bautismo al “instrumento elegido para llevar mi nombre a todas las naciones” y a imponerle las manos y confortarlo: “Saulo, hermano, Jesús el Señor…me ha enviado para que recobre la vista y quedes llenos del Espíritu Santo. En el acto se le cayeron de los ojos una especie de escamas y recuperó la vista y a continuación fue bautizado.”
García Morente.
El caso del Decano de Filosofía de la Universidad de Madrid, el Decano insuperable –lo llamó J. Marías-es conocido, pues lo narró el mismo obedeciendo al Director Espiritual del seminario, el después arzobispo de Valencia,Monseñor García de la Higuera: Recuerdo lo más esencial. García Morente estaba exiliado en París y en esta ciudad le ocurrió, el 29 de Abril de 1937, lo que calificó de “hecho extraordinario”.Acababa de escuchar un pasaje de Berlioz, titulado L’enfance de Jésus, cuando volvió la cara hacia el interior de la habitación y se quedó petrificado. “Allí estaba Él; yo no lo veía, no lo oía, no lo tocaba, pero Él estaba allí…Y no podía caberme la menor duda de que era Él, puesto que lo percibía aunque sin sensaciones. ¿Cómo es esto posible? Yo no losé…¡A rezar, a rezar!
En el relojillo de la pared dieron las doce. Duró un rato que no podía medir y terminó para no volverse a repetir. Siguió de rodillas, rezando como podía. Recordó cómo su madre le había enseñado a rezar, reconstruyó el Padre Nuestro y el Ave María…y de ahí no pudo pasar. No importaba demasiado: lo cierto era que “inmensa paz se había apoderado de mi alma”. Se sentía otro hombre, el ‘hombre nuevo’ del que habla San Pablo. Después de su conversión, decide que su vida sólo tendría sentido entregándose por completo a ese Dios amoroso que acababa de encontrar. Esa noche decide que su entrega total sería a través del sacerdocio. Nadie podría hacerle dudar de la presencia misteriosa a su lado del Jesús Resucitado.
Tatiana Goritcheva.
Hace años que leí el libro que esta filósofa rusa nacida en 1947 en Leningrado. Un país en que “los valores de la cultura, religión y moral, fueron arrancados de raíz y con éxito”. El libro se titula “Hablar de Dios resulta peligroso”. Es alucinante, pero debo ceñirme al tema y cito textualmente:
”Me atormentaban angustias incomprensibles y frías, de las que no lograba desembarazarme. A mis ojos me estaba volviendo loca. Ya no tenía ganas ni siquiera de seguir viviendo. ¿Cuántos de mis amigos de entonces han caído víctimas de ese vacío horroroso y se han suicidado Oros se han convertido en alcohólicos, algunos están en instituciones para enajenados…Todo parecía indicar que no teníamos esperanza alguna en la vida.
Mi segundo nacimiento (Regenerada). “Pero el viento que es el Espíritu Santo, sopla donde quiere. Cansada y desilusionada realizaba mis ejercicios de yoga y repetía los ‘mantras’. Hasta ese instante yo nunca había pronunciado una oración, y no conocía oración alguna. Pero el libro de yoga proponía como ejercicio una plegaria cristiana, en concreto la oración del Padre Nuestro. ¡Justamente la oración que nuestro Señor había recitado personalmente! Empecé a repetirla como un ‘mantra’, de un modo inexpresivo y automático. Lo dije unas seis veces, entonces de repente me sentí trastornada por completo. Comprendí –no con mi inteligencia ridícula, sino con todo mi ser- que él existe. ¡Él, el Dios vivo y personal, que me ama a mí, a todas las criaturas, que ha creado el mundo, que se hizo hombre por amor, el Dios crucificado y resucitado!
En aquel instante comprendí y capté “el misterio” del cristianismo, la vida nueva y verdadera. En aquel momento todo cambió en mí…No sólo dejé mis valoraciones e ideales anteriores, sino también las viejas costumbres… Así empezó de nuevo mi vida. Mi redención era algo concreto y real… sólo el Espíritu Santo pudo realizarla porque sólo Él puede crear una nueva creatura y puede reconciliarla con el Eterno.”
Blas Pascal. Andre Frossard
Aunque conocida y citada resumo la experiencia de conversión del gran pensador, tenida el 23 de Noviembre de 1654. “El Dios de Abrahán, de Isaac, de Jacob, no el dios de los filósofos. El Dios de Jesucristo! Alegría, alegría, lágrimas de alegría…¡Rendición total a Jesucristo!
Y tampoco quiero olvidar la narrada por Frossard en su libro de incontables ediciones: “Dios existe, yo me lo encontré”: “Habiendo entrado a las cinco y diez de la tarde, en una capilla del Barrio Latino en busca de un amigo, salí a las cinco y cuarto en compañía de una amistad que no era de la tierra. Habiendo entrado escéptico y ateo de extrema izquierda…volví a salir algunos minutos más tarde,’católico, apostólico, romano’ llevado, alzado, recogido y arrollado por una ola de alegría inagotable. Al entrar tenía veinte años, al salir era un niño listo para el bautismo…Mis sentimientos, mis paisajes interiores, las construcciones intelectuales en las que me había repantigado, ya no existían; mis costumbres habáis desaparecido…”
Son maravillosas estas presencias que se descubres por Gracia de Dios, no por esfuerzo humano y como dice San Juan de la Cruz, esa dolencias sólo se curan “con la presencia y la figura” (Cántico, 11)
No olvido que estoy comentando las cuatro consignas que el Papa Benedicto había encontrado en la 1ª carta de San Pedro: Elegidos, Regenerados, que ya están en los cantarillos. Faltan: Herederos y Custodiados. Como siempre pido a la Virgen Madre que me enseñe a sacar el agua del pozo, ya me tiene preparados los cantarillos. Nada menos me toca llenarlos en la fecha de la Virgen del Carmen, la Virgen del Mar.
Los primeros testigos de la presencia de Jesús resucitado están ahí con la fuerza del encuentro. Hay que dejar aparte la primera presencia, tan íntima, tan inabarcable con María la Madre. Ella no se asoma al brocal pidiendo dar su testimonio, lo guarda todo en su Corazón. Así que voy a recordar la primera que presentan los Evangelios: María Magdalena.
El Papa Francisco ha mandado dar la misma categoría litúrgica a su fiesta que a la de los demás apóstoles. La razón, se ha dicho, porque es la “Apóstola” de los Apóstoles. Vio a Jesús pero no lo reconoce, hasta que Jesús “se hace conocer y ver” al llamarla por su nombre. “se fue corriendo adonde estaban los discípulos y les anunció: He visto al Señor.”(Jn.20,18).
Siguen unas presencias en las que reaviva la fe de los apóstoles y les hace palpar que es el mismo Jesús al que siguieron por los caminos de Palestina y los regenera. No olvido que estoy desarrollando la segunda perspectiva: “regenerados.”
San Pablo merece un recuerdo especial. No fue transformado por un pensamiento, por ninguna evolución psicológica, sino por un acontecimiento: la presencia irresistible de Jesús Resucitado, de la cual ya nunca podrá dudar, pues la evidencia de ese encuentro fue muy fuerte, tan fuerte que le cambió radicalmente su vida. San Lucas narra con todo detalle en el capítulo noveno de los Hechos la experiencia vivida por el perseguidor. Al temeroso Ananías lo manda a regenerar por el Bautismo al “instrumento elegido para llevar mi nombre a todas las naciones” y a imponerle las manos y confortarlo: “Saulo, hermano, Jesús el Señor…me ha enviado para que recobre la vista y quedes llenos del Espíritu Santo. En el acto se le cayeron de los ojos una especie de escamas y recuperó la vista y a continuación fue bautizado.”
García Morente.
El caso del Decano de Filosofía de la Universidad de Madrid, el Decano insuperable –lo llamó J. Marías-es conocido, pues lo narró el mismo obedeciendo al Director Espiritual del seminario, el después arzobispo de Valencia,Monseñor García de la Higuera: Recuerdo lo más esencial. García Morente estaba exiliado en París y en esta ciudad le ocurrió, el 29 de Abril de 1937, lo que calificó de “hecho extraordinario”.Acababa de escuchar un pasaje de Berlioz, titulado L’enfance de Jésus, cuando volvió la cara hacia el interior de la habitación y se quedó petrificado. “Allí estaba Él; yo no lo veía, no lo oía, no lo tocaba, pero Él estaba allí…Y no podía caberme la menor duda de que era Él, puesto que lo percibía aunque sin sensaciones. ¿Cómo es esto posible? Yo no losé…¡A rezar, a rezar!
En el relojillo de la pared dieron las doce. Duró un rato que no podía medir y terminó para no volverse a repetir. Siguió de rodillas, rezando como podía. Recordó cómo su madre le había enseñado a rezar, reconstruyó el Padre Nuestro y el Ave María…y de ahí no pudo pasar. No importaba demasiado: lo cierto era que “inmensa paz se había apoderado de mi alma”. Se sentía otro hombre, el ‘hombre nuevo’ del que habla San Pablo. Después de su conversión, decide que su vida sólo tendría sentido entregándose por completo a ese Dios amoroso que acababa de encontrar. Esa noche decide que su entrega total sería a través del sacerdocio. Nadie podría hacerle dudar de la presencia misteriosa a su lado del Jesús Resucitado.
Tatiana Goritcheva.
Hace años que leí el libro que esta filósofa rusa nacida en 1947 en Leningrado. Un país en que “los valores de la cultura, religión y moral, fueron arrancados de raíz y con éxito”. El libro se titula “Hablar de Dios resulta peligroso”. Es alucinante, pero debo ceñirme al tema y cito textualmente:
”Me atormentaban angustias incomprensibles y frías, de las que no lograba desembarazarme. A mis ojos me estaba volviendo loca. Ya no tenía ganas ni siquiera de seguir viviendo. ¿Cuántos de mis amigos de entonces han caído víctimas de ese vacío horroroso y se han suicidado Oros se han convertido en alcohólicos, algunos están en instituciones para enajenados…Todo parecía indicar que no teníamos esperanza alguna en la vida.
Mi segundo nacimiento (Regenerada). “Pero el viento que es el Espíritu Santo, sopla donde quiere. Cansada y desilusionada realizaba mis ejercicios de yoga y repetía los ‘mantras’. Hasta ese instante yo nunca había pronunciado una oración, y no conocía oración alguna. Pero el libro de yoga proponía como ejercicio una plegaria cristiana, en concreto la oración del Padre Nuestro. ¡Justamente la oración que nuestro Señor había recitado personalmente! Empecé a repetirla como un ‘mantra’, de un modo inexpresivo y automático. Lo dije unas seis veces, entonces de repente me sentí trastornada por completo. Comprendí –no con mi inteligencia ridícula, sino con todo mi ser- que él existe. ¡Él, el Dios vivo y personal, que me ama a mí, a todas las criaturas, que ha creado el mundo, que se hizo hombre por amor, el Dios crucificado y resucitado!
En aquel instante comprendí y capté “el misterio” del cristianismo, la vida nueva y verdadera. En aquel momento todo cambió en mí…No sólo dejé mis valoraciones e ideales anteriores, sino también las viejas costumbres… Así empezó de nuevo mi vida. Mi redención era algo concreto y real… sólo el Espíritu Santo pudo realizarla porque sólo Él puede crear una nueva creatura y puede reconciliarla con el Eterno.”
Blas Pascal. Andre Frossard
Aunque conocida y citada resumo la experiencia de conversión del gran pensador, tenida el 23 de Noviembre de 1654. “El Dios de Abrahán, de Isaac, de Jacob, no el dios de los filósofos. El Dios de Jesucristo! Alegría, alegría, lágrimas de alegría…¡Rendición total a Jesucristo!
Y tampoco quiero olvidar la narrada por Frossard en su libro de incontables ediciones: “Dios existe, yo me lo encontré”: “Habiendo entrado a las cinco y diez de la tarde, en una capilla del Barrio Latino en busca de un amigo, salí a las cinco y cuarto en compañía de una amistad que no era de la tierra. Habiendo entrado escéptico y ateo de extrema izquierda…volví a salir algunos minutos más tarde,’católico, apostólico, romano’ llevado, alzado, recogido y arrollado por una ola de alegría inagotable. Al entrar tenía veinte años, al salir era un niño listo para el bautismo…Mis sentimientos, mis paisajes interiores, las construcciones intelectuales en las que me había repantigado, ya no existían; mis costumbres habáis desaparecido…”
Son maravillosas estas presencias que se descubres por Gracia de Dios, no por esfuerzo humano y como dice San Juan de la Cruz, esa dolencias sólo se curan “con la presencia y la figura” (Cántico, 11)
No olvido que estoy comentando las cuatro consignas que el Papa Benedicto había encontrado en la 1ª carta de San Pedro: Elegidos, Regenerados, que ya están en los cantarillos. Faltan: Herederos y Custodiados. Como siempre pido a la Virgen Madre que me enseñe a sacar el agua del pozo, ya me tiene preparados los cantarillos. Nada menos me toca llenarlos en la fecha de la Virgen del Carmen, la Virgen del Mar.
fuente Ciudad Redonda
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