Juan 15, 1
Hablando a sus apóstoles, en un clima de especial intimidad, el Señor les confía lo que podríamos considerar como las últimas recomendaciones: aquello que se dice justo en la despedida, y que tiene una fuerza especial, como si fuera un postrer testamento.
Están en el cenáculo. Allí, Jesús les ha lavado los pies, les ha vuelto a anunciar que se tiene que marchar, les ha transmitido el mandamiento del amor fraterno y los ha consolado con el don de la Eucaristía y la promesa del Espíritu Santo. En el capítulo 15 de este Evangelio, encontramos la exhortación a la unidad en la caridad.
El Señor no niega que los discípulos deberán afrontar peligros y dificultades en el futuro: “Si me han perseguido a mí, también a ustedes los perseguirán” (Juan 15, 20). Pero ellos no se han de acobardar ni desanimarse ante el odio del mundo: Jesús renueva la promesa de que les enviaría al Defensor, el Espíritu Santo, les garantiza la asistencia en todo aquello que ellos le pidan y, en fin, el Señor ruega al Padre por ellos —y por todos nosotros— durante su oración sacerdotal (v. Juan 17).
Es cierto que el peligro viene desde fuera, pero a veces la peor amenaza surge de nosotros mismos: la falta de amor fraterno entre los miembros del Cuerpo de Cristo y de sincera unidad con la Cabeza del Cuerpo. La recomendación es clara: “Yo soy la vid; vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante, porque sin mí nada pueden hacer” (Juan 15, 5).
Las primeras generaciones de cristianos conservaron una conciencia muy viva de la necesidad de permanecer unidos mediante la caridad. Uno de los Padres de la Iglesia, San Ignacio de Antioquía, decía: “Corran todos a una como a un solo templo de Dios, como a un solo altar, a un solo Jesucristo, que procede de un solo Padre. He aquí también la indicación de Santa María, Madre de los cristianos: ‘Hagan lo que él les diga’ (Juan 2, 5).”
“Amado Jesús, quiero permanecer siempre unido a ti porque sé que separado de ti no puedo hacer nada útil.”
Hechos 9, 26-31
Salmo 22(21), 26-28. 30-32
1 Juan 3, 18-24
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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