¿En qué consiste la gula y por qué es tan difícil combatirla? ¿Qué ejemplos hay de cuándo es mortal y cuándo venial? ¿Cómo luchar contra la gula?
¿Por qué es tan difícil combatir el pecado de la gula?
“El sentido del gusto puede constituir un obstáculo a la perfección por razón de su inmoderada inclinación a comer y beber. La falta de mortificación en este sentido se llama gula. Según Sto. Tomás, la gula es el apetito desordenado de la comida y la bebida (Cf. “Summa”, II-II, q. 148, a. 1.), uno de los vicios opuestos a la virtud cardinal de la templanza.
Dios puso en el alimento un placer que tiene como su propósito la garantía de la función nutritiva para la conservación de la vida del individuo. En sí, experimentar ese placer no implica ninguna imperfección, y no experimentarlo sería una deformidad fisiológica. Pero desde el pecado original, el apetito concupiscible ha sido retraído del control de la razón y tiende a exceder los límites de la razón. Entonces esta sensación se hace pecaminosa, porque la naturaleza del hombre es racional y lo que va en contra de la razón es malo para la naturaleza humana y es contraria a la voluntad de Dios.
La moderación del sentido del gusto ofrece una dificultad especial, porque no podemos prescindir por completo de él. Por un lado, es necesario alimentarnos para preservar la vida; por el otro lado, es necesario mantenerse dentro de los límites de la razón, sin permitir que el placer natural se convierta en el propósito principal del comer.
¿Cuándo es pecado mortal o pecado venial la gula?
Según S. Gregorio y Sto. Tomás (Ibid., a. 4), uno puede contraer el vicio de la gula de las siguientes maneras: comiendo fuera del tiempo apropiado y sin necesidad; comiendo con demasiada avidez; buscando comida exquisita; preparando comida de excesiva exquisitez; comiendo una cantidad excesiva.
Según Sto. Tomás, la gula puede ser un pecado venial o mortal (Ibid., a. 2). Es un pecado mortal cuando uno prefiere el placer de comer y de beber a Dios y sus preceptos. En otras palabras, cuando uno rompería un precepto grave por el placer de comer y beber, como cuando uno rompe un ayuno o abstinencia [si rompiendo ese ayuno o abstinencia comete pecado mortal]; cuando uno causa serio daño a su salud; cuando uno pierde el uso de la razón como en el caso de la embriaguez; cuando presupone un serio desperdicio de bienes materials; o cuando uno causa grave escándalo por la gula.
Sería un pecado venial si, sin ir a ninguno de los mencionados extremos, uno va más allá de los límites de la prudencia y de la razón. Ordinariamente, el exceso en la comida o la bebida no pasa de los límites de un pecado venial, pero la falta de mortificación respecto al sentido del gusto constituye un gran obstáculo a la santificación de uno.
Como pecado capital, la gula ocasiona muchos otros vicios y pecados porque el intelecto, embotado y nublado por excesiva comida o bebida, pierde el control que debería de tener en la dirección de nuestras acciones. Sto. Tomás, citando a S. Gregorio, designó lo siguiente como hijas de la gula: estupidez o embotadura del intelecto; gozo excesivo (especialmente por la bebida), al cual siguen actos imprudentes y acciones poco dignas; loquacidad excesiva, en la cual suele haber pecado, como dicen las Escrituras (Prov. 10, 19); exceso en palabras y en gestos, que proceden de la falta de la razón o de la debilidad del intelecto; la lujuria, que es el mal efecto más frecuente del vicio de la gula (Ibid., a. 6). Si añadimos a esto que el exceso en la comida y la bebida destruye el organismo, empobrece los afectos, degrada los Buenos sentimientos, destruye la paz de la familia, mina la sociedad (especialmente con la plaga del Glossary Link alcoholismo), y le incapacita a uno de la práctica de toda clase de virtud, hemos resumido el principal efecto desastroso de este feo vicio que rebaja un hombre al nivel de un animal. [*]
[*] “5. Del gozo en el sabor de los manjares, derechamente nace gula y embriaguez, ira, discordia y falta de caridad con los prójimos y pobres, como tuvo con Lázaro aquel epulón que comía cada día esplendidamente (Lc. 16, 19). De ahí nace el destemple corporal, las enfermedades; nacen los malos movimientos, porque crecen los incentivos de la lujuria. Críase derechamente gran torpeza en el espíritu y estrágase el apetito de las cosas espirituales, de manera que no pueda gustar de ellas, ni aun estar en ellas ni tratar de ellas. Nace tambien de este gozo distracción de los demás sentidos y del corazón y descontento acerca de muchas cosas.” (“La subida al Monte Carmelo”, Libro III, Cap. 25)
¿Cómo se puede luchar contra la gula?
Los siguientes consejos serían de gran ayuda si son puestos en práctica con firmeza y perseverancia:
1) No comer o beber sin antes haber rectificado su intención dirigiéndola al cumplimiento de la voluntad de Dios en satisfacer nuestras necesidades corporals, y con una previa bendición de la comida. Y nunca omitir la acción de gracias después de la comida.
2) Evitar con cuidado los efectos que hemos enumerado anteriormente.
3) Intentar gradualmente, en un período de tiempo, disminuir la cantidad de comida hasta que uno alcanza la cantidad que es necesaria para la salud del organismo. Muchas personas comen una gran cantidad mayor de lo que necesitan en realidad.
4) Evitar la singularidad en la calidad o cantidad de la comida tomada, especialmente si uno vive en una comunidad.
5) Mortificarse positivamente en el uso de la comida. Esto se puede hacer de muchas maneras sin atraer atención: por ejemplo, renunciando a ciertas satisfacciones lícitas en la comida; absteniéndose de alguna comida que es particularmente sabroso o tomando una porción más pequeña; dejar de beber vio o licor cuando uno puede hacerlo prudentemente, o reduciendo su uso a un mínimo. La generosidad en la renuncia propia y el aumento del amor de Dios inspirará al alma muchos métodos ingeniosos de practicar una mortificación que es progresivamente más profunda, sin comprometer la salud del cuerpo.
El P. Antonio Royo Marín, O.P
Fuente: Infocatólica
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