domingo, 3 de junio de 2018

Meditación: Marcos 14, 12-16. 22-26

Tomen: esto es mi cuerpo.
Marcos 14, 22




Cada vez que se celebra la Eucaristía sucede un milagro frente a nuestros propios ojos. La hostia se transforma en carne humana y el vino en sangre. Es cierto que es esencial tener fe en lo que no vemos, pero a veces un poco de ayuda no está de más, como sucedió en estos dos ejemplos.

Un domingo de 1263 el sacerdote alemán, Pedro de Praga, estaba celebrando la Misa sobre la tumba de santa Cristina en el pueblo de Bolsena, Italia. Al momento de levantar la hostia, brotó sangre que empezó a gotear por sus manos y cayó sobre el altar. Un año más tarde, después de pasar por un proceso de investigación y autenticación, el milagro fue confirmado, y a causa de él, el Papa Urbano IV instituyó la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo. El corporal blanco manchado de sangre aún puede observarse en la Basílica de Orvieto en el norte de Roma.

Quinientos años antes, mientras un sacerdote celebraba la Misa en Lanciano, Italia, la hostia cambió de forma y se transformó en un trozo carne humana, y el vino adquirió las características de la sangre. Luego de repetidas y exhaustivas investigaciones, la Iglesia concluyó que las sustancias realmente se habían transformado en carne y sangre humanas.

Más tarde, estudios científicos revelaron que la carne era de tejido muscular de un corazón humano, y que la sangre tiene el mismo tipo, AB, igual a la del Sudario de Turín. Es más, la sangre contiene proteínas en la misma proporción de las que se encuentran en sangre humana “fresca”. A pesar de que este milagro sucedió hace 1300 años, aún es posible ver la carne en una custodia y la sangre en un cáliz de cristal que se encuentran en el Santuario del Milagro Eucarístico en Lanciano.

Hoy, que celebramos la fiesta de Corpus Christi, demos gracias a Jesús por su maravilloso regalo del milagro eucarístico que se hace presente ante nuestros ojos sobre el altar en cada Misa que se celebra en nuestra iglesia.
“Gracias, amado Jesús, por el regalo inefable de tu Cuerpo, tu Sangre, tu Alma y tu Divinidad.”
Éxodo 24, 3-8
Salmo 116(115), 12-13. 15-18
Hebreos 9, 11-15
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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