Se le acercaron unos saduceos, que son los que niegan la resurrección, y le propusieron este caso:"Maestro, Moisés nos ha ordenado lo siguiente: 'Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda'.Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos.El segundo se casó con la viuda y también murió sin tener hijos; lo mismo ocurrió con el tercero;y así ninguno de los siete dejó descendencia. Después de todos ellos, murió la mujer.Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?".Jesús les dijo: "¿No será que ustedes están equivocados por no comprender las Escrituras ni el poder de Dios?Cuando resuciten los muertos, ni los hombres ni las mujeres se casarán, sino que serán como ángeles en el cielo.Y con respecto a la resurrección de los muertos, ¿no han leído en el Libro de Moisés, en el pasaje de la zarza, lo que Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob?El no es un Dios de muertos, sino de vivientes. Ustedes están en un grave error".
RESONAR DE LA PALABRA
Estamos muy equivocados; estamos muertos
Podríamos orar con el evangelio de hoy y “distraernos” con divorcios, adulterios, matrimonios o cualquier otra casuística. No digo que no haya que hacerlo, pero me parece que no es la mirada fundamental que Marcos quiere trasladarnos hoy. Fijémonos en el inicio y en el final. Por un lado, de nuevo una pregunta capciosa de los saduceos “que dicen que no hay resurrección”. Por otro, al final, la respuesta de Jesús: “Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. Estáis muy equivocados”.
Si nos inquieta más la curiosidad por saber cómo quedarán las parejas en la eternidad que saber que Jesús nos ve muy equivocados, tenemos un problema serio. La cuestión no es sólo si creemos que haya vida después de la muerte, sino cuánta muerte estamos metiendo en esta vida. O cuánta vida estamos dejando morir en nosotros y a nuestro alrededor.
Quizá algo de esto estaba detrás de la recomendación que Pablo hace a Timoteo: “reaviva el don de Dios que recibiste, tu vocación, tu misión”. ¡Reaviva!, ¡no lo dejes morir!, ¡no te rindas!, ¡fíate!
Creer en un Dios de vivos es creer en la vida. Ahora y siempre. Porque es la misma, la vida de Dios que no acaba nunca. Esa vida eterna que esperamos y que ya ha comenzado aquí, ya se nos ha regalado como en semilla y todos sabemos, que ningún árbol llega a ser frondoso y sano si no se ha cuidado la semilla.
¡Que difícil es fiarse del futuro de alguien pero no confiar en su presente, por pobre e imperfecto que ahora sea! ¡Qué difícil poner nuestra esperanza en la vida futura si somos incapaces de esperar con otros y por otros aquí y ahora!
El día que dejemos de esperar, de amar, de creer, ese día estaremos muertos. Y entonces, dará igual cualquier disquisición teológica y espiritual que hagamos sobre el cielo y el Dios eterno. Estaremos muy equivocados. Y lo que es peor -porque eso no ocurre de un día para otro-, nos habremos dejado morir poco a poco. Ayudémonos para que eso no pase entre nosotros.
Nuestra hermana en la fe, Rosa Ruiz
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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