Nos sentimos descontentos, porque, aunque hablamos mucho sobre Cristo, no caminamos a Él con el corazón, para recibir el agua viva que sacia para siempre la sed.
Muchos sufren de sed espiritual. Tanto los que se sienten descontentos consigo mismos, frustrados por tantas aspiraciones sin realizar, como los que parecen agobiados y sin fuerzas, los que sienten que tienen que realizar obligaciones que no pueden cumplir y los que están llenos de dudas. Estas personas estarían dispuestas a cualquier sacrificio, cualquier cambio de vida, cualquier shock moral, si esto les purificara y les llenará de amor y compasión por la humanidad entera.
Quien nos despierta en el alma semejante sed espiritual es, sin duda, Aquel que también nos la puede saciar. Quienes buscan consuelo, los que sufren de esa sed encuentran en Él palabras de alivio y coraje. Son felices, sabiendo que pronto satisfarán su necesidad. Así, quienes pretendan lo bello y lo bueno, encontrarán lo que buscan y se alegrarán, si caminan hacia Aquel que dijo: “Venid a Mí y bebed”. ¿Qué fue lo que ocurrió en este mundo cuando esas palabras fueron pronunciadas, con toda claridad, por el mismísimo Hijo de Dios? ¡Ninguna alma se le acercó! Empezaron las discusiones, las disputas. Comenzaron a investigar de dónde venía, a interpretar Sus palabras... pero nadie respondió a Su llamado firme y directo.
Lo mismo ocurre hoy en día. Nos sentimos descontentos, porque, aunque hablamos mucho sobre Cristo, no caminamos a Él con el corazón, para recibir el agua viva que sacia para siempre la sed.
(Traducido de: Fiecare zi, un dar al lui Dumnezeu: 366 cuvinte de folos pentru toate zilele anului, Editura Sophia, p. 101)
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