sábado, 7 de julio de 2018

ENTONCES AYUNARÁN

“Entonces ayunarán”

    “Vendrán días en que el Esposo les será quitado; entonces ayunarán”. Puesto que el Esposo nos ha sido quitado, ha llegado para nosotros el tiempo de la tristeza y del llanto. Este Esposo “es el más bello de los hijos de los hombres; en sus labios se ha derramado la gracia” (sal 44,3) y, sin embargo, en manos de sus verdugos ha perdido todo esplendor, toda belleza, y ha sido arrancado de la tierra de los vivos (Is 53, 2.8) Ahora bien, nuestro lamento es justo si ardemos en deseo de verle. Dichosos los que, antes de su Pasión, han podido gozar de su presencia, preguntarle lo que querían y escucharlo como era debido… En cuanto a nosotros, ahora vemos cumplido lo que dijo: “Llegará un tiempo en que desearéis vivir un día con el Hijo del Hombre y no podréis” (Lc 17,22)…

    ¿Quién no dirá con el rey profeta: “Las lágrimas son mi pan noche y día, mientras todo el día me repiten: ¿Dónde está tu Dios?”(Sal 41,4). Sin duda que creemos en él, sentado ya a la derecha del Padre, pero mientras seguimos en este cuerpo, viajamos lejos de él (2C 5,6), y no podemos mostrarlo a los que dudan de su existencia, e incluso a los que lo niegan diciendo: “¿Dónde está tu Dios?”…

    “Dentro de poco tiempo, decía el Señor a sus discípulos, y ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver” (Jn 16,19). Ahora estamos en la hora de la cual él ha dicho: “Vosotros estaréis tristes, pero el mundo se alegrará… Pero, añade, os volveré a ver y se alegrará vuestro corazón, y nadie podrá quitaros este gozo” (v.20). La esperanza que, con ello, nos da aquel que es fiel en sus promesas, no nos deja, ya desde ahora, sin un cierto gozo –hasta que llegue el gozo sobreabundante del día en que seremos semejantes a él porque le veremos tal cual es (1Jn 3,2)… “Una mujer cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque su hora ha llegado. Pero en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre” (Jn16,21)… Este gozo nadie nos lo podrá quitar, y nos veremos colmados de él cuando pasemos de la actual concepción de la fe a la luz eterna. Ayunemos, pues, ahora, y oremos, porque todavía estamos en el día del alumbramiento.


San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia 
Sermón 210

No hay comentarios:

Publicar un comentario