El libro de Apocalipsis está lleno de oraciones de exaltación, adoración y alabanza.
Incluso en las partes que describen los cataclismos del fin del mundo, los ángeles y los santos están en el cielo cantando gloriosos himnos de triunfo y amor a Cristo Jesús. De alguna manera, en medio de una batalla cósmica, los ciudadanos del cielo nunca flaquean en su confianza; nunca temen el resultado final y al parecer nunca se preocupan por su suerte, porque saben que le pertenecen al Señor y ese conocimiento les llena de alegría.
¿No sería fantástico tener esa misma actitud? ¡Qué bendición sería nunca sentirse intimidado por las adversidades y mantenerse alegres en cualquier situación! Por supuesto, esto no va a suceder plenamente sino hasta que lleguemos a unirnos con los ángeles y los santos en el cielo. Sin embargo, ahora mismo podemos saborear este gozo y felicidad celestial si le pedimos al Espíritu Santo que nos llene a rebosar.
Siendo así, deseamos presentar algunas sugerencias prácticas sobre cómo se puede tener la experiencia de ser llenos del Espíritu Santo y de su alegría.
Llenarse en la Misa. Para que, fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu. (Plegaria Eucarística III)
En ninguna ocasión actúa el Espíritu con más fuerza entre nosotros que cuando nos congregamos en Misa. Desde la formalidad de la procesión de entrada hasta la intimidad personal de la Comunión, Dios está allí deseando llenarnos de su verdad, su amor y su poder. Entonces, ¿cómo podemos experimentar plenamente estas bendiciones?
Lo primera que podemos hacer es analizar nuestras motivaciones. ¿Por qué venimos a Misa? ¿Sólo para cumplir una obligación o para encontrarnos con Jesús y recibir su amor? Por supuesto, siempre es bueno participar en Misa, aun si no estamos seriamente comprometidos, pero pensemos en cuánto más podemos recibir si venimos con un corazón abierto y una mente alerta: “Estoy aquí porque quiero que el Espíritu Santo me llene con toda sus gracias y bendiciones. Estoy aquí porque creo que el Espíritu tiene un mensaje para mí. Estoy aquí porque quiero percibir el amor de Dios en presencia de mis hermanos en Cristo.” Este tipo de afirmaciones nos ayudan a participar en Misa con la actitud correcta, y nos permiten tener la mejor disposición para que el Espíritu Santo nos llene de su gracia y su poder.
Así que la motivación es importante. Pero ¿cómo podemos aprovechar esta motivación y aplicarla de una manera práctica? He aquí algunas sugerencias.
Paso a paso
• Uno puede comenzar desde que entra en la iglesia: Al hacerte la señal de la cruz con agua bendita, recuerda la ocasión de tu Bautismo, cuando Jesús te purificó del pecado original. Piensa también que el Señor te puede lavar allí mismo de cualquier distracción, duda o temor que te impida escuchar su voz y rendirle adoración.
• Durante el Rito Penitencial, preséntale al Señor todos los pecados veniales que te puedan nublar la vista espiritual y pídele perdón por las veces en que tal vez lo hayas ofendido a él o a quienes tienes cerca.
• Al escuchar las lecturas y la homilía, imagínate que es Jesús mismo, o Isaías, o Moisés, o Pablo el que está proclamando la Palabra de Dios. Entra mentalmente en la escena que estás escuchando y espera que el Espíritu Santo haga cobrar vida a las palabras en tu corazón. Imagínate cómo irá a ser en el cielo, cuando finalmente veas cara a cara a tu Padre celestial. Allí encontrarás las respuestas a los enigmas y dudas que siempre has tenido, y cualquier respuesta que recibas te llenará de alegría y asombro pues comprobarás lo mucho que te ama tu Padre.
• Durante la Plegaria Eucarística, imagínate que estás allí en el cenáculo viendo que Jesús toma las oraciones tradicionales de la Pascua y las llena de un nuevo significado. Únete a Pedro y Juan, Santiago y todos los demás apóstoles que se maravillan al presenciar el milagro que se despliega ante sus ojos: el pan y el vino se transforman en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Visualiza al Señor que te invita personalmente a acercarte al altar y recibirlo a él, tanto en tu cuerpo como en tu corazón.
• Después de la Comunión, permanece arrodillado en silencio de adoración y gratitud: ¡Te has hecho uno con el propio Jesucristo! Él está derramando su Espíritu sobre ti, y el Espíritu tiene un mensaje especial para ti: Quiere nutrirte, sanarte y llenarte de su gracia. Por unos breves minutos tú puedes tener una idea de cómo será la vida en el cielo.
Las señales del Espíritu. He aquí algo que puedes experimentar en las próximas semanas. En la Misa de cada domingo procura ir siguiendo cada parte de la Liturgia con la mentalidad descrita. Da los pasos que te hemos sugerido y procura ver lo que hace el Señor. Dale una buena acogida al Espíritu Santo y pídele que llene de gracia tus esfuerzos humanos y te conceda entendimiento espiritual, alegría y fortaleza. Algunas de las cosas que pudieran ocurrir son las siguientes:
• Durante el Rito Penitencial, al comienzo de la Misa, puedes tener un sentido de la misericordia de Jesús, que purifica tu corazón, y eso te puede llenar de una nueva dimensión de alegría sabiendo que Jesús está siempre dispuesto a perdonarte.
• Puede ser que una palabra o una frase de alguna de las lecturas resuene en tu interior como si fuera un mensaje personal de Dios para ti. Por ejemplo, cuando Jesús le dice a una persona: “Tu fe te ha salvado”, puede surgir en ti una nueva sensación de paz y confianza de que Jesús sabe cuánto tú crees en él. O quizás las palabras del Salmo te lleguen al corazón y te hagan orar de la misma manera.
• Durante la homilía, es posible que percibas que el Espíritu Santo te insta a realizar algo determinado, como visitar a un amigo que sufre o comprometerte a hacer más oración diaria.
• Durante la Oración de los Fieles, tal vez te sientas movido a orar por un amigo (o incluso un enemigo) con mayor sinceridad y urgencia.
• El hecho de entonar el “Santo, Santo, Santo” te puede dar la sensación de que estás en el cielo con los santos y los ángeles ante el trono de Dios, y eso seguramente te llenará de una nueva alegría y devoción en la presencia del Señor.
• El escuchar la Plegaria Eucarística mientras permaneces de rodillas puede adquirir un nuevo sentido de lo excelso e infinito que es Dios y cuánto merece él tu adoración y tu gratitud.
• Después de recibir la Comunión, posiblemente tengas una nueva sensación de alegría y paz, porque sabes que Cristo está en tu interior, y eso te llevará a pronunciar mentalmente palabras de gratitud y alabanza y tal vez te encuentres diciéndole a Cristo cuánto lo amas.
Cada uno de estos efectos es una señal de que el Espíritu Santo te ha llenado, y todas ellas nos hacen comprender y recordar la enorme gracia y las bendiciones que emanan de la cruz de Cristo y que somos hijos amados de Dios.
Una nueva actitud. Conforme procures tener esta mentalidad llena de esperanza durante la Misa, probablemente tu actitud general podría ir cambiando gradualmente en el resto del día y en la semana siguiente. Considera la conveniencia de escribir en un cuaderno las impresiones espirituales que vayas experimentando en la Misa, y repásalas en la semana. Si te parece que el Espíritu Santo te pide que cambies algo en tu vida cotidiana, como orar todos los días o compartir una palabra amable con alguien que tenga problemas, escribe eso para que no se te olvide.
Sea lo que sea que decidas hacer, presta atención a lo que haces y a tus actitudes. Posiblemente empezarás a sentirte más alegre y contento o veas que te cuesta menos mantener la paz en situaciones estresantes; o bien estar mejor dispuesto a perdonar o ayudar a alguien que lo necesite. Igualmente, tal vez quieras hacer un alto durante el día para elevar la mente y el corazón a Dios por unos minutos. Todo esto es evidencia de aquello que San Pablo llama “el fruto del Espíritu” (Gálatas 5, 22), es decir, señales de que el Espíritu Santo está llenando tu corazón.
¡Qué maravilloso es saber que el Espíritu Santo quiere darte una actitud celestial! Es alentador y reconfortante saber que él quiere llenarte al punto de que tú tengas la misma valentía, alegría y libertad que los ángeles y los santos del cielo. Y lo mejor es que el Espíritu quiere hacer esto por ti y por todos los fieles una y otra vez, cuando que venimos a Misa con sinceridad de corazón.
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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