El nombre de la Virgen del Carmen viene del Monte Carmelo, situado en la ciudad de Haifa, en Tierra Santa.
A este monte se retiraba a rezar el profeta Elías, y en una ocasión en la cual Dios había amonestado a su pueblo rebelde con una sequía de tres años, Elías estaba rezando en la cima del Monte Carmelo cuando envió a su asistente a observar el horizonte por si veía algo. El otro volvió a contarle que se veía una pequeña nube. Con esto entendió Elías que ya iban a llegar las lluvias. Y en efecto la nube fue creciendo y se convirtió en un aguacero muy generoso y provechoso que llenó de alegría al pueblo que hacía 36 meses sufría de una sequía total.
La tradición católica ha creído que esa nubecilla que apareció en el Monte Carmelo era una representación o anuncio de la Virgen María, quien nos trajo la más bella noticia: la de que, por obra de su Hijo Jesucristo, nos llegaría la más abundante y provechosa lluvia de gracias sobre todos los pecadores (El nombre Carmen, o Karmel, en hebreo, significa “jardín de Dios”). Esta es la devoción a Nuestra Señora del Carmen, Patrona de los Marineros y de varios países latinoamericanos.
Dice también la tradición que, el 16 de julio de 1251, la Virgen del Carmen se le apareció a San Simón Stock, superior de la Orden Carmelita en Inglaterra, y le entregó el escapulario, principal signo del culto mariano de esa Orden. Los relatos de la época y la tradición extendida desde entonces cuentan que la Virgen del Carmen prometió: “Yo, Madre de misericordia, libraré del purgatorio y llevaré al cielo, el sábado después de la muerte, a cuantos hubiesen vestido mi escapulario.”
San Simón Stock compuso una hermosa oración a la Virgen del Carmen, “La Flor del Carmelo”:
¡Oh Bellísima Flor del Carmelo, Fructífera Viña,
Resplandor del Cielo,
Madre Singular del Hijo de Dios, Virgen siempre pura.
Madre Santísima, después de habernos traído al Hijo de Dios,
permaneciste intacta y sin mancha ninguna.
¡Oh Bienaventurada siempre Virgen,
ayúdame en mi necesidad!
¡Oh Estrella del Mar, auxíliame y protégeme!
¡Oh María, sin pecado concebida,
ruega por nosotros que recurrimos a ti!
“¡Patrona de los que visten el santo escapulario, ruega por nosotros!"
“¡Dulce Corazón de María, sed nuestra salvación!"
Isaías 1, 10-17
Salmo 50(49), 8-9. 16-17. 21. 23
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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