miércoles, 4 de julio de 2018

Meditación: Mateo 8, 28-34

Jesús acababa de llegar a Gadara cuando le salieron al encuentro dos endemoniados.

Día y noche merodeaban por el vecindario, gritando y haciendo destrozos; nadie podía controlarlos, al punto de que cualquiera que pasara cerca de ellos corría peligro. Sin embargo, bastó una sola palabra de Jesús para que los demonios salieran de sus víctimas y se arrojaran al vacío para su propia destrucción.

Aquellos hombres eran absolutamente incapaces de cambiar su condición: la fuerza del maligno los poseía por completo y tan feroz era el control que ejercía el mal sobre ellos, que no sólo aterrorizaban a los demás, sino que se maltrataban a sí mismos (v. Marcos 5, 5). En realidad, no tenían esperanza alguna de librarse; estaban en una situación sin remedio, lo que aumentaba más la ferocidad de su conducta. Nadie se atrevía a pasar junto a ellos.

Jesús, consciente de todo este mal, sencillamente se les acercó y pronunció una sola palabra y la situación cambió por completo. ¿Por qué? Porque los demonios, al igual que toda la creación, pero a diferencia de muchos humanos, reconocen la autoridad divina de Cristo y se someten a él. Aquel para quién y por medio de quién todo fue creado tiene autoridad sobre todos los elementos en el cielo, en la tierra y hasta debajo de la tierra. Es importante saber esto, porque el mal que poseía a estos dos hombres es el mismo que acosa hoy a hombres y mujeres en el mundo. Nada ha cambiado, pero tampoco ha disminuido el poder ni la autoridad de Cristo.

Es importante, pues, no dar entrada a los demonios en nuestra vida; a veces la gente lo hace cuando consulta a los adivinos, brujos y espiritistas, cuando lleva amuletos y tiene el hábito de consultar el horóscopo; incluso cuando hace planes de venganza y en general cuando hace lo que es diametralmente opuesto a la voluntad de Dios.

El Señor desea destruir todo el mal y hacer brillar su luz en nuestra vida. Por lo tanto, jamás hemos de tener miedo de acercarnos a él para pedirle sanación y liberación. Él saca a la luz las tinieblas y proyecta el resplandor de su amor sobre todos los que lo buscan.
“Señor y Salvador nuestro, tu poder es ilimitado. En los momentos más difíciles, todo lo que necesitamos es escuchar una palabra tuya. A tus pies ponemos todas nuestras necesidades y las de nuestros seres queridos. Disipa las tinieblas de nuestra vida, Señor, y llénanos del resplandor de tu amor.”
Amós 5, 14-15. 21-24
Salmo 50(49), 7-13. 16-17
fuente: Devocionario católico La Palabra con nosotros

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