martes, 10 de julio de 2018

Meditación: Mateo 9, 32-38

La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos.
Mateo 9, 37

Jesús fue por toda Galilea predicando la buena nueva y curando a los enfermos. El plan de Dios consistía en que el Señor no sólo predicara y sanara, sino que preparara a hombres y mujeres para continuar su obra a través de los siglos, por eso les pidió a sus discípulos que oraran para que Dios enviara más trabajadores.

¿Por qué no oramos tanto hoy para que Dios envíe trabajadores a su viña? En primer lugar, porque generalmente no nos damos cuenta de que el mundo se encuentra en situación desesperada. El mal y las corrientes anticristianas siguen avanzando en la sociedad actual, y los ataques contra la fe, la Iglesia y la libertad religiosa se hacen más patentes en muchos lugares del mundo.

Lo triste es que la mayoría de los cristianos solamente se encogen de hombros en actitud de impotencia o indiferencia y otros se vuelven contra Dios o contra la Iglesia. Engañados por el maligno, no saben discernir entre la verdad y la falsedad.

Jesús lo vio claramente en su día: las personas se sentían agobiadas y atormentadas por los problemas de la vida, el sufrimiento y la muerte; eran como ovejas sin pastor, confundidas, perdidas y vulnerables a todo tipo de ataques satánicos. ¿Podemos en realidad decir que las cosas sean diferentes hoy en día?

Jesús tuvo gran compasión de todos; su amor le impulsaba a orar y actuar. De la misma forma, es esencial ver que muchos familiares y conocidos necesitan manifestaciones de amor y atención.

Por lo general, si no oramos pidiéndole al Señor más trabajadores cristianos es que no reconocemos que existe la necesidad y desconocemos el poder de la oración. La petición de trabajadores para el Reino es una oración que Dios desea oír y responder.

Jesús nos mandó orar porque la oración es necesaria y poderosa y porque Dios quiere que todos se salven, para que todo hombre y mujer conozca su gran amor y llegue a depositar su fe en él. Pero para que esto suceda, hemos de interceder regularmente ante Dios, con fervor y fidelidad, por la sociedad en la que vivimos.
“Padre eterno, envía a más servidores que se dediquen a la predicación del Evangelio y sean modelos de rectitud, te rogamos, y concédenos tu gracia para dar testimonio del poder sanador de Jesucristo en nuestra propia vida. Queremos ser trabajadores en tu viña.”
Oseas 8, 4-7. 11-13
Salmo 115(113B), 3-10
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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