Mientras Jesús les estaba diciendo estas cosas, se presentó un alto jefe y, postrándose ante él, le dijo: "Señor, mi hija acaba de morir, pero ven a imponerle tu mano y vivirá". Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos. Entonces se le acercó por detrás una mujer que padecía de hemorragias desde hacía doce años, y le tocó los flecos de su manto, pensando: "Con sólo tocar su manto, quedaré curada". Jesús se dio vuelta, y al verla, le dijo: "Ten confianza, hija, tu fe te ha salvado". Y desde ese instante la mujer quedó curada. Al llegar a la casa del jefe, Jesús vio a los que tocaban música fúnebre y a la gente que gritaba, y dijo: "Retírense, la niña no está muerta, sino que duerme". Y se reían de él. Cuando hicieron salir a la gente, él entró, la tomó de la mano, y ella se levantó. Y esta noticia se divulgó por aquella región.
Queridos amigos:
¿Timidez o inhibición? ¿Respeto o indiferencia? ¿Prudencia o desinterés? O, dicho de otra manera: ¿por qué no “tocamos” la realidad? ¿Por qué no “entramos en contacto” con la gente?
En medio de la multitud, una mujer le toca el manto y queda curada. En medio del alboroto del duelo funerario, Jesús toca a la niña y le da la vida. En medio de nuestra vida ajetreada ¿cuántos “toques cariñosos”, cuantos “contactos que dan vida” realizamos al cabo del día?
También nosotros estamos acostumbrados a tocar, en entrar en contacto. Pero habitualmente lo hacemos con aquellas realidades que nos son agradables, conocidas. Nos cuesta más “tocar” a otros, a los que no son de nuestro círculo; y, sobre todo, nos cuesta mucho “dejarnos tocar” por ellos, por los pobres, por los que no nos van a aportar cariño o satisfacción inmediata con su abrazo.
Jesús entra en contacto con los excluidos de la sociedad, con los leprosos, con los abandonados. Nosotros mantenemos una “prudente distancia” con aquellas situaciones o personas que nos pueden alterar la vida, que nos pueden complicar la existencia. ¿Qué mejor forma de comunicar la vida que llevamos dentro que “entrar en contacto” con los que más necesitan un gesto de cariño, una palabra de vida, un abrazo de consuelo o de ánimo?
Que la inhibición, la indiferencia o el desinterés no nos impidan tocar la realidad, entrar en contacto con las personas. Daremos vida, como Jesús en este Evangelio. Y recibiremos vida, como la mujer enferma, porque en los necesitados también encontraremos la fuerza de la Gracia, si sabemos llegar hasta ella.
CR
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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