El ayuno que yo quiero. (Isaías 58, 6)
De las tres prácticas cuaresmales —la oración, el ayuno y la limosna— posiblemente la última es la que por lo general parece más inconveniente o incómoda, especialmente si no se limita a poner algo de dinero en la alcancía para los pobres. Por lo general, muchos fieles suelen dar a los necesitados durante la Cuaresma, pero es más difícil decidirnos a ayudarles en persona.
A veces iniciamos la Cuaresma con el deseo sincero de dar a los más postergados, pero de alguna manera el tiempo termina antes de que podamos encontrar una forma conveniente de hacerlo. Hoy es apenas el tercer día de Cuaresma, de modo que tenemos bastante tiempo para tomar una decisión concreta sobre lo que vamos a hacer.
¿Por dónde empezar? Una llamada a la oficina parroquial puede ser un buen principio. Pide información sobre cómo ayudar en la recolección de ropa que organice la parroquia, un banco de alimentos o la sociedad local de San Vicente de Paúl. Hacer una donación es siempre bueno, naturalmente, pero también puedes buscar la manera de ponerte en contacto directo con aquellas personas menos afortunadas que tú. Así cambiará tu corazón, cuando mires a los ojos a aquellos a quienes estés sirviendo y los reconozcas como hermanos tuyos.
Si al principio no encuentras nada, sigue buscando. Revisa el periódico de tu diócesis o visita las entidades de beneficencia de tu barrio o ciudad. Los periódicos católicos suelen publicar listas de instituciones de caridad que buscan voluntarios. Si te inspira esta actividad, tal vez puedes seguir haciéndola una vez concluida la Cuaresma. Después de todo, Jesús nos recuerda que a los pobres los tendremos siempre entre nosotros, ¡no solamente durante la Cuaresma!
El pasaje de Isaías es un claro recordatorio de que Dios observa las motivaciones del corazón tanto como las acciones externas, y así como le agrada que ayunemos, también busca personas que procuren liberar a los oprimidos, compartir su pan con los hambrientos, abrir su casa a los pobres sin techo y vestir al desnudo (Isaías 58, 6-7). Es más, si hacemos esto, Dios promete: “Entonces surgirá tu luz como la aurora y cicatrizarán de prisa tus heridas… clamarás al Señor y él te dirá: ‘Aquí estoy’” (Isaías 58, 8-9).
“Amado Jesús, enséñame a ver cómo puedo servirte en los pobres y necesitados en este tiempo de Cuaresma.”
Salmo 51 (50), 3-6. 18-19
Mateo 9, 14-15
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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