Evangelio según San Marcos 7,24-30
Después Jesús partió de allí y fue a la región de Tiro. Entró en una casa y no quiso que nadie lo supiera, pero no pudo permanecer oculto.
En seguida una mujer cuya hija estaba poseída por un espíritu impuro, oyó hablar de él y fue a postrarse a sus pies.
Esta mujer, que era pagana y de origen sirofenicio, le pidió que expulsara de su hija al demonio.
El le respondió: "Deja que antes se sacien los hijos; no está bien tomar el pan de los hijos para tirárselo a los cachorros".
Pero ella le respondió: "Es verdad, Señor, pero los cachorros, debajo de la mesa, comen las migajas que dejan caer los hijos".
Entonces él le dijo: "A causa de lo que has dicho, puedes irte: el demonio ha salido de tu hija".
Ella regresó a su casa y encontró a la niña acostada en la cama y liberada del demonio.
RESONAR DE LA PALABRA
Queridos amigos, paz y bien.
Seguro que no era fácil estar al lado de Jesús. Los Discípulos estaban acostumbrados a vivir según unas normas claras. Pero para Él no había nada sagrado, sino Dios. Antes que la norma muerta, lo primero, la persona. Sobre todo, los más débiles.
Incluso después de la muerte y resurrección de Jesús, cuando la Iglesia daba sus primeros pasos, eran frecuentes las discusiones sobre lo que se podía o no se podía hacer. Para eso se celebró el Concilio de Jerusalén (Hechos de los apóstoles, cap. 15), para decidir cómo debían vivir los cristianos. Sin imponer más normas que las estrictamente necesarias. En diálogo y escuchando a todos. Buen ejemplo para resolver las nuevas situaciones.
En tiempos de Jesús también había problemas territoriales. No se llevaban bien entre sí los vecinos, y no parecía fácil que se pudieran arreglar las cosas. Con esta situación se enfrentó la mujer sirofenicia. Sabiendo que Jesús puede curar a su hija, se acerca a Él, para implorarle. Y la respuesta de Jesús hubiera bastado para desanimar a cualquiera. Pero no a una madre desesperada. Tan bien argumentó, que a Jesús no le quedó más remedio aceptar sin discusiones. Porque la fe todo lo puede, sobrepasa barreras, fronteras y prejuicios.
Nosotros quizá todavía estamos limitados por nuestra percepción del mundo, a veces demasiado estrecha. Los discípulos de Jesús estamos llamados a ser continuadores de su modo de vida. A “revolucionar” nuestras relaciones humanas. Dar pasos concretos hacia los otros, hacia los que tenemos más cerca, pero también hacia aquellos nuevos horizontes que nos dan miedo. Animarse a hacer algún voluntariado, colaborar con alguna asociación, ayudar a alguna persona con problemas de movilidad, por ejemplo. Porque la fe ha de vivirse en un marco concreto, cercano, y a la vez universal. Ecuménico. Católico. Como Jesús.
Nuestro hermano en la fe, Alejandro, C.M.F.
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