«Es «sal» el discípulo que no busca el consenso y la aprobación, sino que se esfuerza por ser una presencia humilde y constructiva, en fidelidad a las enseñanzas de Jesús que vino al mundo no para ser servido, sino para servir. Y de esta actitud hay tanta necesidad!… La luz disipa la oscuridad y permite ver. Jesús es la luz que ha disipado las tinieblas, pero ellas aún permanecen en el mundo y en las personas individuales. Es tarea del cristiano dispersarlas haciendo resplandecer la luz de Cristo en medio de nosotros y proclamando su Evangelio. Se trata de una irradiación que puede también derivar de nuestras palabras, pero que debe surgir sobre todo de nuestras ‘buenas obras’. Un discípulo y una comunidad cristiana son luz en el mundo cuando dirigen a los demás hacia Dios, ayudando a cada uno a experimentar su bondad y su misericordia»
Francisco
Ángelus 09-02-20
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