martes, 11 de febrero de 2020

Proteger y cuidar

Honra a tu padre y a tu madre. (Marcos 7, 10)

En el Evangelio de hoy, Jesús trataba de ayudar a algunos fariseos a reconocer que algo esencial hacía falta en su forma de cumplir la Ley de Moisés. Sus tradiciones y rituales de purificación externa se veían muy bien pero eran ceremonias vacías de valor.

Ahora, de todos los ejemplos que Jesús pudo haber escogido para hacerles ver la hipocresía, optó por citar los vacíos de la ley que algunos utilizaban para justificar el hecho de no ayudar monetariamente a sus padres ancianos. En esto, Jesús insiste nuevamente en la importancia de la vida familiar, que era muy valiosa para él.

La familia es la unidad central del plan de Dios para los humanos, y Dios mismo es una comunión de Personas. La alianza inicial la hizo no solo con Abraham, sino también con todos sus descendientes, el pueblo de Israel, e incluso el propio Jesús nació en el seno de una familia. Posiblemente los fariseos buscaban la pureza, pero al ignorar el amor familiar, se desviaban completamente de su objetivo.

La mayoría de los fieles no descuidamos a nuestros padres ancianos, pero siempre es fácil perder de vista lo importante que es la familia. Pasamos demasiado ocupados y trabajamos largas horas, lo que hace difícil compartir la cena con la familia. O bien, tenemos demasiados compromisos en la escuela o en la iglesia, y no nos queda tiempo para compartir en casa. Y cuando los padres viven en otra ciudad, es más difícil aun mantenerse en contacto con ellos.

Dios conoce las dificultades que tenemos, y no desea que renunciemos al trabajo ni que dejemos de participar en la iglesia; pero desea que, en medio de todo aquello que demanda nuestra atención, encontremos la forma de proteger y cuidar nuestras relaciones familiares.

Así pues, hermano, aparta un momento para rezar por y con tu familia. Dile a Dios cuánto los amas y los valoras. Pídele que te ayude a encontrar la mejor forma de fortalecer los lazos dentro de tu hogar. Dios sabe que a veces surgen obstáculos, y es una realidad, pero el solo hecho de recordarlos y rezar por ellos es una buena forma de empezar.
“Señor, Dios mío, ayúdame a valorar siempre a mis seres queridos y amarlos como tú los amas.”
1 Reyes 8, 22-23. 27-30
Salmo 84 (83), 3-5. 10-11
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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