miércoles, 6 de mayo de 2020

COMPRENDIENDO LA PALABRA 060520


«El que me ve a mí, ve al que me ha enviado»

Aquel que llamó a Jesús "maestro bueno", y le pidió consejo para llegar a la vida eterna, recibió esta respuesta: "¿por qué me preguntas sobre lo que es bueno?". "Nadie es bueno salvo el mismo Dios" (Mc 10, 17-18)... Sí, si me tomas en mi condición divina, soy bueno, pero si me aceptas sólo en la condición humana en que me ves ahora, ¿por qué me preguntas sobre lo que es bueno si tu eres de aquellos que solamente «verán al que traspasaron»?(Jn 19,37; Za 12,10) esta visión será para ellos su desgracia, este será su castigo.

Hay, en efecto, una visión en la que contemplaremos la esencia inmutable de Dios, invisible a los ojos humanos, y esta visión que se ha prometido sólo a los santos es la visión que el apóstol Pablo llama un cara a cara (1 Cor 13:12), de esta visión del apóstol Juan dice: «Nosotros seremos semejantes a Dios, porque le veremos tal cual es» (1 Jn 3:2) y el salmista: «Sólo he pedido una cosa al Señor: contemplar la dulzura del Señor (Sal 26,4).El Señor mismo dice: "Yo lo amaré y me manifestaré a él» (Jn 14:21). Es por esta visión por la que purificamos nuestros corazones en la fe, a fin de ser del número de estos «puros de corazón que verán a Dios» (Mt 5,8). Entonces esta visión, únicamente, es nuestro mayor bien, y para lograrla tenemos el deber de hacer todo lo que hacemos bien hecho.


San Agustín (354-430)
obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
La Trinidad, I, 13, 30-31

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