“Quería reunir así a los hijos de Dios dispersos”
“Cuando sea elevado sobre la tierra, atraeré todo hacia mí”. (Jn 12,32) ¡Oh poder admirable de la cruz! ¡Gloria inefable de la pasión! Aquí se encuentra el tribunal del Señor, aquí el juicio del mundo, aquí el poder del crucificado. Todo lo has atraído hacia ti, Señor, y cuando “extendías las manos hacia un pueblo rebelde e infiel” (Is 65,2; Rm 10,21) el mundo entero recibió la inteligencia para confesar tu majestad. Tú has atraído todo hacia ti, Señor, porque todos los elementos de la naturaleza han pronunciado su sentencia..., la creación entera ha rehusado servir a los impíos (cf Mt 27,51) Has atraído todo hacia ti, Señor, porque cuando el velo del templo se rasgó en dos, el símbolo del Santo de los Santos se manifestó con su verdad..., y la Ley antigua conduce al evangelio. Tú has atraído todo hacia ti, Señor, para que el culto de todas las naciones se celebre por un sacramento completo, manifestado por fin abiertamente...
Porque tu cruz es la fuente de todas las bendiciones, la causa de todas las gracias. De la debilidad de la cruz reciben los creyentes la fortaleza; de su oprobio, la gloria; de tu muerte, la vida. Ahora, en efecto, la diversidad de sacrificios llega a su fin; la ofrenda única de tu cuerpo y de tu sangre consuman todas las víctimas diferentes, ofrecidas por el mundo entero, porque tú eres el verdadero Cordero de Dios que quita los pecados del mundo (Jn 1,29) Tú llevas en ti a la plenitud todas las religiones de todos los hombres, para que todos los pueblos no formen más que un solo reino.
San León Magno (¿-c. 461)
papa y doctor de la Iglesia
8ª Homilía sobre la Pasión, 7; SC 74 bis
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