lunes, 29 de marzo de 2021

COMPRENDIENDO LA PALABRA 290321


“La casa se llenó de la fragancia del perfume”

Después de haber ungido los pies del Señor, esta mujer no se los secó con un lienzo sino con sus propios cabellos para mejor honrar al Señor… Como alguien muy sediento que bebe del agua que cae de una cascada, esta santa mujer ha bebido, de la fuente de santidad, una gracia llena de delicias para apagar la sed de su fe.

Pero en un sentido alegórico o místico esta mujer prefigura la Iglesia, que ofrece a Cristo la devoción plena y total de su fe… Una libra son doce onzas. Es la medida del perfume que posee la Iglesia y que ha recibido de la enseñanza de los apóstoles como un perfume de gran valor. En efecto ¿hay algo más precioso que la enseñanza de los apóstoles, que contiene la fe en Cristo y la gloria del Reino de los cielos? Además, se nos narra que toda la casa se llenó de la fragancia de este perfume, porque al mundo entero se ha dado a conocer la enseñanza de los apóstoles. “A toda la tierra” como está escrito “alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje” (Sl 18,5).

En el Cántico de los Cánticos leemos estas palabras que Salomón hace decir a la Iglesia: “Tu nombre es un perfume derramado” (1,2). No es sin razón que al nombre del Señor se le llama “perfume derramado”. Sabéis bien que un perfume, en tanto que se conserva en el interior del frasco, conserva toda la fuerza de su olor; pero cuando se vierte o se vacía, expande su perfume oloroso. De la misma manera, cuando Nuestro Señor y Salvador reinaba en el cielo con el Padre, se le ignoraba en el mundo, era desconocido aquí abajo. Pero cuando por nuestra salvación, se dignó rebajarse y descender del cielo para tomar cuerpo humano, entonces derramó sobre el mundo la dulzura y el perfume de su nombre.



San Cromacio de Aquilea (¿-407)
obispo
Sermón 11

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