lunes, 15 de marzo de 2021

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 4,43-54

 Evangelio según San Juan 4,43-54

Jesús partió hacia Galilea.

El mismo había declarado que un profeta no goza de prestigio en su propio pueblo.

Pero cuando llegó, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la Pascua; ellos también, en efecto, habían ido a la fiesta.

Y fue otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había allí un funcionario real, que tenía su hijo enfermo en Cafarnaún.

Cuando supo que Jesús había llegado de Judea y se encontraba en Galilea, fue a verlo y le suplicó que bajara a curar a su hijo moribundo.

Jesús le dijo: "Si no ven signos y prodigios, ustedes no creen".

El funcionario le respondió: "Señor, baja antes que mi hijo se muera".

"Vuelve a tu casa, tu hijo vive", le dijo Jesús. El hombre creyó en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino.

Mientras descendía, le salieron al encuentro sus servidores y le anunciaron que su hijo vivía.

El les preguntó a qué hora se había sentido mejor. "Ayer, a la una de la tarde, se le fue la fiebre", le respondieron.

El padre recordó que era la misma hora en que Jesús le había dicho: "Tu hijo vive". Y entonces creyó él y toda su familia.

Este fue el segundo signo que hizo Jesús cuando volvió de Judea a Galilea.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos, paz y bien.

Vivimos una situación especial. Llevamos ya un año muy difícil. La pandemia del coronavirus nos ha recordado que los honores y los títulos no son garantía contra la enfermedad y la muerte. Tanto presidentes de gobierno como personas sencillas han enfermado. Y todos, en esos momentos de debilidad, cerca de la muerte, se han acercado a Dios a pedir salud.

Estábamos acostumbrados a lo de siempre. Nos costaba aceptar algo nuevo. Nos parecía que no podía haber nada distinto. No veíamos a nuestro alrededor no hay profetas. Lo que nos decían los cercanos no nos conmueve. Muchas veces necesitamos que venga algo (una pandemia) o alguien de fuera (en unos ejercicios espirituales, en unas charlas de Cuaresma, en un retiro de fin de semana) para que las mismas palabras nos suenen de forma diferente. Eso les pasó a los vecinos de Jesús.

Pero siempre hay alguien que es capaz de ver más allá. Es un personaje importante, que quizá hubiera oído lo del primer milagro de Jesús, y acude con fe. Quiere un milagro. Sabemos que no solo de milagros vive la fe, pero que la fe hace milagros. El que la sigue, la consigue. Qué no hará un padre por sus hijos. Y se produce el segundo milagro de Jesús.

Toda la familia creyó en Jesús. ¿Somos nosotros testigos de Jesús en nuestras casas?

Algo bueno habrá hecho en nuestra vida el buen Dios. ¿Por qué se le puede dar las gracias?

¿Hay alguna dificultad seria en nuestra vida? ¿Confías en Dios para manejar esa situación que no puedes controlar ni resolver por tus propios medios?

“Un cielo nuevo y una tierra nueva”. Muchas veces nos gustaría que todo fuera diferente. Cambiar nuestra situación, poder empezar de cero y olvidar lo anterior. Y que los demás olvidaran también nuestras debilidades. La promesa de la primera lectura es clara. En algún momento, si somos fieles, “ya no se oirá ni llanto ni gemido”.

Nuestro hermano en la fe, Alejandro, C.M.F.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

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