«La Madre de Jesús siguió a su Hijo. Ella asumió su propia cuota de sufrimiento, de oscuridad, de desconcierto, manteniendo la lámpara de la fe encendida en su corazón. Nosotros también podemos hacer este camino. Y, a lo largo del vía crucis cotidiano, nos encontramos con los rostros de tantos hermanos y hermanas en dificultad: no pasemos de largo, dejemos que nuestro corazón se mueva a compasión y acerquémonos. En este momento, como el Cirineo, podemos pensar: «¿Por qué justamente yo?». Pero luego descubriremos el don que, sin merecerlo, se nos ha concedido»
Francisco
Ángelus
28-03-2021
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