sábado, 10 de junio de 2017

Meditación: Marcos 12, 38-44


¡Qué difícil es depender totalmente de Dios, como él nos pide!

Sabemos que Cristo espera que renunciemos a nuestros propios planes y lo sigamos a él, pero qué difícil es darle a Dios todo lo que uno tiene, como la viuda del Evangelio de hoy.

Jesús reconoció que la viuda no daba su ofrenda sólo por cumplir su obligación religiosa, sino por la generosidad que inspira la fe. Ella sabía claramente que su vida estaba totalmente en manos de Dios, por lo tanto, no temía quedar abandonada ni decepcionada.

Para el mundo, la ofrenda de la viuda fue insignificante, pero Jesús elogió su total dependencia de Dios, porque en realidad, él mismo evidenciaba esta actitud de entrega absoluta: “Siendo Dios, no consideró que debía aferrarse a las prerrogativas de su condición divina… por el contrario, se anonadó a sí mismo tomando la condición de siervo, y se hizo semejante a los hombres… Se humilló a sí mismo y por obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz” (Filipenses 2, 6-8). En efecto, Cristo se entregó por completo a hacer la voluntad de Dios, porque su obediencia al Padre era absoluta.

Santa Teresa de Calcuta fue un excelente ejemplo de este total abandono en manos de Dios. Por amor a Dios y al prójimo ella se dedicó a trabajar en medio de una pobreza opresiva, cumpliendo las tareas más agobiadoras y hasta repulsivas para servir a los pobres y lo hizo dependiendo absolutamente de la providencia divina. El amor de Dios en Cristo Jesús la movió a ella y a sus discípulas a entregarse del todo al Señor. Una vida sin sentido para los mundanos, pero una auténtica respuesta al llamado de Cristo para los fieles.

Hace varios siglos, San Ignacio de Loyola llevó a muchos a entregarse a Dios y lo hizo mediante sus célebres ejercicios espirituales, que incluyen la oración de ofrenda personal citada más abajo. Es una plegaria de total abandono en manos de Dios, diametralmente opuesta al egoísmo de nuestra naturaleza caída, y sumamente grata a nuestro Padre celestial. Hagámosla nuestra asidua oración y pidámosle a Dios que nos ayude a vivirla:
“Toma, Señor, recibe toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y poseer. Tú me lo diste; a ti, Señor, lo entrego; todo es tuyo. Dispón de mí según tu voluntad. Dame tu amor y tu gracia, esto me basta.”
Tobías 12, 1. 5-15. 20
(Salmo) Tobías 13, 2. 6-8

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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