“No crean ustedes que yo he venido a suprimir la ley.” (Mateo 5, 17).
Jesús es la eterna Palabra de Dios (Juan 1, 1), el Verbo Encarnado, por eso les dijo a sus discípulos que el Padre lo había enviado a explicar la Ley de Dios y darle su debido cumplimiento. En el Sermón de la Montaña, el Señor expone lo que es la “esencia” de los mandamientos antiguos y su correcta interpretación. Jesús es el Profeta supremo y el Maestro que construye el Reino de Dios en la tierra sobre el fundamento de todo lo que su Padre reveló desde antiguo.
Por ejemplo, explicó que no bastaba cuidarse de no causar daño físico a nadie, porque si vamos a amar de corazón, debemos aprender también a vivir en paz con nuestros semejantes. Y no basta abstenerse de robar y cometer adulterio, sino que es preciso despojarse del deseo de apropiarse de algo que le pertenece a otro.
Los católicos no siempre tenemos la costumbre de estudiar la Sagrada Escritura y amar la Palabra de Dios, pero deberíamos hacerlo y darla a conocer a otros, de manera que se difunda más su conocimiento y el amor a ella entre los fieles. Así podremos formar una comunidad que sea un testimonio de la presencia de Dios en el mundo, nos una más con el Señor y se demuestre en ella la bondad y la justicia de Dios. Debemos aprender a amar la práctica de la obediencia a la Palabra de Dios y exhortarnos unos a otros a cumplirla y hacerlo por amor.
El amor de Dios es un fuego abrasador, que purifica nuestros malos deseos y nos llena de un gran anhelo de complacer a nuestro Padre y dar la vida para servir humildemente a nuestros semejantes. San Agustín dijo una vez: “Cumple los mandamientos por amor. ¿Puede alguien negarse a amar a nuestro Dios, que es tan generoso en misericordia y tan justo en todos sus caminos? ¿Puede alguien negarse a amar a Aquel que nos amó primero a pesar de toda nuestra injusticia y orgullo?”
Pídele al Espíritu Santo que purifique tus pensamientos y llene tu corazón de su amor. Luego, comienza a hacer y desear aquello que es grato a Dios. Jesús resumió la Ley de Dios en dos mandamientos: Amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como a uno mismo. Adóptalos como norma de vida y así complacerás a Dios y a tu prójimo.
“Gracias, Señor, por darme tu Espíritu Santo. Te ruego que me llenes de tu amor inefable y me hagas santo como tú eres santo.”2 Corintios 3, 4-11
Salmo 99(98), 5-9
fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros
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