Sin nuestra libertad de elegir, el demonio no puede acercársenos.
Por eso, amados hermanos, no vivamos con maldad, sino que esforcémonos en abrazar la simplicidad de la Palabra, porque, sin nuestro libre albedrío, me refiero a nuestra libertad de elegir, el demonio no puede acercársenos. Porque está lleno de la perversidad del bandido y el ladrón, aunque no tiene ninguna forma material. Porque el ladrón y el asesino preparan sus trampas a escondidas, para hacer caer a los viajeros en sus emboscadas. De igual forma, el mentor de la maldad, el demonio, siendo inmaterial, se mueve en lo invisible para observar las intenciones del hombre, viendo en dónde pone éste su mente, Si observa que el hombre tiende al bien, se retira y no puede ya acercársele. Pero si lo ve nuevamente inclinándose a la maldad, viene a morar en él y le sirve en la comisión de toda clase de iniquidades, actuando guiado por la voluntad de aquel, porque, siendo el demonio inmaterial, él solo no podría hacer nada. De la misma manera, el hombre de Dios, al cumplir con los mandamientos, recibe el Espíritu divino y, acercándose completamente a Dios, es capaz de obrar cosas más allá de su naturaleza, ya que tiene a Cristo hablando en su interior.
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