¡Que el Espíritu Santo transforme nuestro llanto en alegría!
¡Que Dios hoy sane nuestra tristeza, que la presencia gloriosa de Jesús en medio de nosotros y la fuerza de Su Espíritu transforme nuestra tristeza en alegría y en vida nueva!
“Les aseguro que ustedes van a llorar y se van a lamentar; el mundo, en cambio, se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo” (Jn 16,20).
Jesús hizo un discurso de despedida para Sus apóstoles, para Sus discípulos, porque está llegando el momento en que Él va partir de este mundo para la presencia del Padre. Este discurso fue hecho antes de Su muerte, por eso, Él también muestra para Sus discípulos que Su muerte, en el primer momento, puede significar: alegría para el mundo, para el príncipe de este mundo.
Para aquellos que la presencia de Jesús significa una cosa indeseable, para aquellos que no lo aceptan, no lo acogen, no lo aman, en el primer momento, la muerte de Jesús significa una alegría. Cuando queremos librarnos de alguna persona y vemos a esta persona yéndose, respiramos profundo y decimos: “¡Estoy libre!”. Así se sintió aquel grupo de judíos que querían librarse del Maestro.
Pero eso fue por poco tiempo, porque, como el propio Señor nos dice hoy, nuestra tristeza se convertirá en alegría, porque lo que, para nosotros, en un primer momento significó una tristeza profunda, la tristeza de la pérdida, del dolor, de la partida del Señor y de la soledad; la resurrección del Señor hace brotar una nueva vida, una nueva alegría, una nueva esperanza!
Jesús esta regresando definitivamente para la casa del Padre con Su ascensión, pero su despedida no significa una partida, ni que Él nos va dejar, por el contrario, Él se va, pero permanece para siempre con nosotros! Él esta a la derecha del Padre cuidando, bendiciendo y conduciendo los Suyos, tenemos que vivir en Su nombre, llevamos la vida en Su nombre, permitamos que Su vida esté con nosotros; y Él, así entonces, transforme nuestra tristeza en alegría!
Permitamos en el día de hoy que Dios tome todo lo que entristece nuestro corazón, que entristece nuestra alma. ¡Permitamos que Dios acoja en Sus manos todo lo que para nosotros es dolor, es decepción, todo aquello que va tirando el hilo de decepción y tristeza dentro de nosotros. Permitamos que la alegría de Dios pueda entrar en nuestro corazón!
En el fondo de nuestra alma, nosotros muchas veces guardamos tristezas profundas. La tristezas es un cáncer, es un mal, es terrible, duele, oprime y a medida que ella crece también mata! ¡Que Dios hoy sane nuestra tristeza, que la presencia gloriosa de Jesús en medio de nosotros y la fuerza de Su Espíritu transforme nuestra tristeza en alegría, en vida nueva!
Fuente: Canção Nova
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