“No he bajado del cielo para hacer mi voluntad,
sino para hacer la voluntad del que me ha enviado”
Dios todopoderoso, eterno, justo y bueno, por nosotros mismos no somos más que pobreza.
Pero tú, a causa de ti mismo, concédenos hacer eso que sabemos es lo que tú quieres, y querer siempre lo que te complace.
Así, interiormente purificados, iluminados y abrasados por el fuego del Espíritu, llegaremos a ser capaces de seguir las huellas de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, y por tu sola gloria, llegar a ti, Altísimo, que, en Trinidad perfecta y en simplicísima Unidad, vives y reinas y recibes toda gloria, Dios todopoderoso por los siglos de los siglos. Amén.
San Francisco de Asís (1182-1226), fundador de los Hermanos menores
Carta a toda la Orden
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