Jesús dijo a la gente: "Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed. Pero ya les he dicho: ustedes me han visto y sin embargo no creen. Todo lo que me da el Padre viene a mí, y al que venga a mí yo no lo rechazaré, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió. La voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que él me dio, sino que lo resucite en el último día. Esta es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y cree en él, tenga Vida eterna y que yo lo resucite en el último día".
RESONAR DE LA PALABRA
Carlos Latorre, cmf
¡Buenos días, amigos!
Acabamos de escuchar que “aquel día, se desató una violenta persecución contra la Iglesia de Jerusalén; todos, menos los apóstoles, se dispersaron por Judea y Samaria”. Y es precisamente esta persecución la que hace posible la difusión del evangelio por las regiones vecinas. Así comienza la segunda etapa del programa misionero propuesto por Jesús “Seréis mis testigos en Jerusalén, en Judea, en Samaría y hasta los confines de la tierra”. Lo que a los ojos humanos era huida y dispersión, un auténtico castigo, en los misteriosos designios divinos se convierte en una nueva oportunidad para que la Palabra de Dios se difunda en otros corazones.
En esta campaña misionera el diácono Felipe es el nuevo protagonista. De hecho, su misión en Samaría fue todo un éxito: al anuncio de la Buena Noticia del evangelio sigue la liberación y transformación de aquellas gentes que ven cómo su ciudad se llena de alegría. Donde había oscuridad, ahora hay luz.
En mucha ocasiones sucede que los fracasos y momentos difíciles de la vida, si se viven con fe y esperanza en Dios, dan paso a grandes bendiciones que nos ayudan a madurar y a crecer como personas y como cristianos. Por algo se dice que el momento más oscuro de la noche es el que precede al amanecer: pero hay que saber esperar la luz...Dios está siempre en el horizonte.
Cumplir la voluntad de Dios en nuestra vida esa es la fuerza y seguridad de todo cristiano. Esa fue la actitud de la Santísima Virgen: “Hágase en mi según tu palabra”. No hay mayor tranquilidad en la vida que saber que estoy haciendo lo que Dios mi Padre espera de mí, que soy su hijo.
Dijo Jesús a la gente: «Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed… Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.»
Ahora mismo, mientras estamos compartiendo esta Palabra de Dios estamos todos unidos en oración. Es una bendición muy grande para que nos acordemos de quienes están peor que nosotros. Me escribía una madre: “Le pido el favor de orar por mis hijos que se encuentran en una rebeldía muy grande, ellos son mayores de edad los tres, pero no se entienden… ayúdeme con su oración”.
Tu hermano en la fe.
Carlos Latorre
Misionero claretiano
comentario publicado por Ciudad Redonda
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