Los apóstoles se alegraron sobremanera cuando vieron al Señor resucitado. Estaban a puertas cerradas por miedo a los judíos, pero en medio de sus temores, Jesús apareció en persona y les causó alegría, consuelo y paz. Cuando el Señor se les apareció por primera vez faltaba un solo apóstol, Tomás. Más tarde, éste se negó a creer cuando sus compañeros le dijeron que habían visto a Jesús vivo nuevamente.
Para Tomás, la traición de Judas y la crucifixión de Jesús lo habían golpeado fuertemente y el mundo se le había venido abajo. ¡Pero qué sorpresa se llevó cuando vio que de repente Cristo se les apareció nuevamente, incluso después de que él había negado con tanta insistencia lo que sus amigos le habían contado! En un solo encuentro con Jesús, la duda y la tristeza dieron paso a una firme convicción y un gozo inefable.
Hoy celebramos el Domingo de la Divina Misericordia, instituido como celebración universal por San Juan Pablo II para tomar conciencia de que, si no fuera precisamente por la infinita e indescriptible misericordia de nuestro Padre celestial, todos estaríamos irremisiblemente perdidos e iríamos a la condenación eterna a la que nos llevaban nuestros propios pecados y maldades.
Esta misericordia se manifestó real y visiblemente en la vida, la muerte y la resurrección de Cristo Jesús, nuestro Señor, y el instrumento que Dios utilizó en nuestra época para enseñarnos a reconocer su misericordia divina y propagar la devoción fue Santa Faustina Kowalska, religiosa polaca canonizada por el mismo San Juan Pablo II en el año 2000.
Hoy es pues una ocasión perfecta para llevar a los pies de la cruz a todos los que no conocen a Jesús o se han resistido a entregarse a él e implorar el amor, el perdón y la misericordia de Dios sobre ellos.
“Jesús, Señor mío, te ruego que concedas fe a los de corazón débil o indeciso y esperanza a los desanimados, y que derrames sobre ellos tu Misericordia Divina para que todos experimenten la vida, la paz y el gozo de tu presencia.”
Hechos 5, 12-16
Salmo 118(117), 2-4. 13-15. 22-24
Apocalipsis 1, 9-11. 12-13. 17-19
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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