Tertuliano (c. 155-c. 220), teólogo
Contra Marción, III, 2, 27; PL II, 316-317
“Mirad a mi siervo… no protestará, ni gritará
Dios no podía vivir con los hombres si no era tomando una manera humana de pensar y de actuar. Por eso, escondida en la humildad, ha velado el esplendor de su majestad, que la debilidad humana no hubiera podido soportar. Todo ello no era digno de él, pero era necesario al hombre, y, de golpe, se hizo digno de Dios, porque nada es tan digno de Dios como la salvación del hombre…
Todo lo que Dios pierde, el hombre lo gana, de manera que todas la humillaciones que mi Dios ha sufrido para estar cerca de nosotros, son sacramento de salvación de los hombres. Dios actuó así con los hombres para que el hombre aprenda a actuar según el plan divino. Dios trató al hombre de igual a igual, para que el hombre pueda tratar con Dios de igual a igual. Dios se ha hecho pequeño a fin de que el hombre llegue a ser grande.
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