Jesús atravesaba unos sembrados y era un día sábado. Como sus discípulos sintieron hambre, comenzaron a arrancar y a comer las espigas. Al ver esto, los fariseos le dijeron: "Mira que tus discípulos hacen lo que no está permitido en sábado". Pero él les respondió: "¿No han leído lo que hizo David, cuando él y sus compañeros tuvieron hambre, cómo entró en la Casa de Dios y comieron los panes de la ofrenda, que no les estaba permitido comer ni a él ni a sus compañeros, sino solamente a los sacerdotes? ¿Y no han leído también en la Ley, que los sacerdotes, en el Templo, violan el descanso del sábado, sin incurrir en falta? Ahora bien, yo les digo que aquí hay alguien más grande que el Templo. Si hubieran comprendido lo que significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios, no condenarían a los inocentes. Porque el Hijo del hombre es dueño del sábado".
RESONAR DE LA PALABRA
José Luis Latorre, cmf
Queridos amigos
“Al salir de la sinagoga los fariseos planearon el modo de acabar con Jesús”, dice el Evangelio de hoy. ¿Qué ha ocurrido? Jesús ha quebrantado el descanso sabático, sagrado y de estricto cumplimiento para todo judío y además ha aprobado el hecho de que sus discípulos hayan comido espigas de trigo ese mismo día. Para los fariseos Jesús se ha convertido en un peligro público de la religión imperante. Hay que eliminarlo por el bien del pueblo y para guardar las tradiciones de la Ley dada por Moisés. El hombre Jesús se ha convertido en la conciencia crítica de la sociedad y de la religión y molesta, porque pone en evidencia la autoridad de los dirigentes religiosos y su ceguera. Los fariseos antes que convertirse prefieren matar al mensajero que anuncia la justicia.
Para Jesús la persona está antes que la Ley; y todavía son más importantes los enfermos, los hambrientos, los necesitados. Socorrer a la persona es lo prioritario, y para hacer el bien no hay ningún día sagrado, pues la caridad es lo más urgente ya que es el primer y principal mandamiento de la Ley de Dios. Hacer el bien no puede esperar.
Los cristianos vivimos en el mundo, pero no podemos vivir según los criterios del mundo. Nuestra presencia debiera ser también esa conciencia crítica de los abusos, atropellos, injusticias, vejaciones, olvidos…que diariamente se dan en la convivencia humana. Nuestra voz se tiene que oír para anunciar y denunciar el pecado e indicar el camino a seguir. Somos buenos creyentes cuando decimos la palabra oportuna frente al mal y cuando hacemos lo que tenemos que hacer; el miedo al qué dirán o pensarán, las habladurías y los chismes no pueden cerrarnos la boca ni paralizar nuestras manos para hacer el bien. La verdad y la caridad son las dos manos del cristiano.
Hoy celebramos Nuestra Señora del Carmen. Esta advocación procede del llamado Monte Carmelo, en Israel. En España es patrona del mar. Es honrada también en muchos pueblos de América: Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Nicaragua, Guatemala, México, Panamá, Perú, Puerto Rico, Venezuela… La veneración cristiana se remonta al grupo de ermitaños que, inspirados en el profeta Elías, se retiraron a vivir en el Monte Carmelo. Estos devotos, después de las cruzadas, formaron en Europa la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo (carmelitas). Según la tradición carmelita, el 16 de julio de 1251, la imagen de la Virgen del Carmen se le habría aparecido, a San Simón Stock, superior general de la Orden, a quien le entregó sus hábitos y el escapulario, principal signo del culto mariano carmelita.
María, en cada una de sus advocaciones, nos recuerda aquellas palabras suyas a los sirvientes en las bodas de Caná: “Haced lo que Él os diga”. María siempre nos lleva a obedecer a Jesús, es decir a vivir el mensaje del Señor.
fuente del comentario: CIUDAD REDONDA
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