Los pobres y los oprimidos están con frecuencia más abiertos a la salvación que muchos auto-satisfechos y sofisticados habitantes de la ciudad; éstos últimos son frecuentemente en la Biblia la imagen de la gente racionalista y corrompida, también entre los judíos. Ya que son más individualistas, no logran formar fácilmente una comunidad de salvación. En el barullo y bullicio de una vida demasiado ajetreada, no pueden percibir los signos de la presencia de Dios.
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