Poniendo a las ciudades hebreas de Corazín, Betsaida y Cafarnaúm en contraste con aquellas ciudades paganas, Jesús demostraba lo mucho que sus compatriotas habían endurecido el corazón. En efecto, a pesar de los milagros que había realizado en Israel, la gente no quería cambiar de conducta, por lo que el Señor declaró que hasta Sodoma, Tiro y Sidón se habrían arrepentido si hubieran visto los prodigios que él había realizado en los pueblos de su nación.
Examinémonos pues nosotros, no sea que también tengamos el corazón duro como los habitantes de aquellas ciudades y estemos oponiendo resistencia a Dios, o a lo que él quiere hacer entre nosotros. Probablemente escuchamos la predicación de la Palabra de Dios y leemos la Biblia, pero ¿nos arrepentimos de verdad de nuestros pecados, le pedimos sinceramente perdón a Dios y cambiamos de conducta?
Quizás haya aspectos en nuestra vida que son insensibles al pecado. Por ejemplo, a menudo oímos de las desventuras de los pobres y los que pasan hambre en tierras lejanas, o incluso en nuestras ciudades. Quizás sintamos lástima, pero pensamos que lo que tenemos no nos alcanza para dar a los necesitados.
En cuanto a las relaciones familiares, ¿somos reacios a hablar de las cosas que rompen la frágil paz que existe? Muchos padres no se atreven a cuestionar la conducta de sus hijos porque temen que si imponen disciplina pueden provocar más rebeldía, lo cual revela que el hecho de que sus hijos estén separados de Dios les parece a los padres menos importante que el éxito que aquéllos puedan alcanzar en el mundo.
La diferencia entre nosotros y los habitantes de esas ciudades es quizás más de forma que de fondo. Hay muchos aspectos de nuestra vida que necesitan curación y Dios nos llama, pero ¿cómo vamos a responder nosotros?
“Padre Santo, nos postramos ante ti conscientes de que somos pecadores, pero sabemos que tu misericordia es mayor que nuestro pecado. Acepta, Señor, nuestro arrepentimiento y ablanda nuestro corazón para que nos demos cuenta de lo maravillosa que es la salvación que tu Hijo ganó para nosotros.”Isaías 7, 1-9
Salmo 48(47), 2-8
fuente del Comentario CIUDAD REDONDA
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