Para ver a Dios, conocer que él está con nosotros, oír el mensaje del evangelio, uno tiene que estar abierto y receptivo como un niño y ser consciente de su propia pobreza. La salvación es un don; nos es dada como regalo. Los que están llenos y satisfechos de su propia sabiduría humana no pueden oír a Dios ni acogerle, ya que tratan de conformar a Dios y al evangelio a sus propias ideas, no al revés, acomodar sus ideas humanas y personales a las de Dios.
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