domingo, 21 de agosto de 2016

Meditación: Lucas 13, 22-30


En el Evangelio de hoy, un hombre le preguntó a Jesús: “Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?” Siendo judío, seguramente creía que sólo los judíos serían admitidos en el Reino de los cielos.

Cuando el hombre reflexionó sobre la respuesta del Señor, probablemente lamentó haber hecho la pregunta, porque en su respuesta, Jesús puso todo al revés (o mejor dicho al derecho) cuando dijo: “Los primeros serán los últimos, y los últimos serán los primeros.” Era una declaración que sorprendió y enfureció a los fariseos. Pero el Señor, además, trababa amistad con los pecadores y los marginados. Para los fariseos, estas acciones eran una traición para la gente “virtuosa”, como ellos; pero Jesús declaró que a esto había venido: a buscar y salvar a los pecadores.

El mundo está lleno de clubes exclusivos, privilegios, tratos especiales y cosas por el estilo. No pensaríamos que Jesús fuera a caer en prácticas como éstas y de hecho no lo hizo. Lo que hizo fue anunciar a todos la buena noticia del Reino de Dios. A los judíos que pensaban que podrían entrar en el Reino sólo por el hecho de ser judíos, les decía: den frutos de arrepentimiento; si no, su condición de privilegio no les beneficiará en nada.

Jesús declaró que para entrar en el Reino de los cielos era necesario convertirse y lo consiguió en varios casos, con personas que costaría imaginarse que se convertirían. Numerosos fueron los pecadores que realmente prestaron atención a la invitación a la conversión y se incorporaron al Reino; en cambio, muchos otros, supuestamente religiosos, se negaron a aceptar la invitación y así se excluyeron voluntariamente.

Al final de cuentas, la salvación es un regalo que Dios concede por su pura misericordia, pero eso no significa que no debamos tratar de ser merecedores. ¿Cómo? Haciendo lo necesario para llevar una vida recta, de bondad y honestidad.
“Dios y Señor mío, ten misericordia de mí y los míos y permite que nuestra fe y nuestras acciones nos permitan llegar un día a contemplar tu santa faz en la morada eterna.”
Isaías 66, 18-21
Salmo 117(116), 1-2
Hebreos 12, 5-7. 11-13

fuente Devocionario Católico la Palabra con nosotros

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