«Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Jesús les dijo: Vengan, vamos nosotros solos a descansar un poco en un lugar tranquilo. Porque iba y venía tanta gente, que ellos ni siquiera tenían tiempo para comer. Así que Jesús y sus apóstoles se fueron en una barca a un lugar apartado. Pero muchos los vieron ir, y los reconocieron; entonces de todos los pueblos corrieron allá, y llegaron antes que ellos. Al bajar Jesús de la barca, vio la multitud, y sintió compasión de ellos, porque estaban como ovejas que no tienen pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas.»
Mc 6, 30-34
Hay tres necesidades básicas en el corazón humano. Tres necesidades que una vez satisfechas se traducen luego en actitudes. Cuando el corazón humano puede experimentar que sus necesidades básicas son atendidas puede abrir su horizonte más allá de sí mismo. Pero mientras sigan ahí reclamando atención y consideración, le será muy difícil al ser humano salir de sí mismo.
Estas tres necesidades básicas, que deseamos satisfacer, se traducen luego en un modo concreto de ser y de relacionarnos con los demás. Y cuando, por alguna ocasión, no se vivió o experimentó considerablemente nuestro modo de vivir y de relacionarnos con los demás, se resiente notablemente.
¿Cuáles son estas tres necesidades básicas del corazón humano?
El evangelio de hoy dice que cuando las personas vieron que Jesús y sus discípulos se iban solo a un lugar apartado, salieron corriendo y llegaron antes que ellos. ¿Qué hace que una persona anhele tanto estar con otra? ¿Qué es lo que resulta tan atractivo de una persona? ¿Puede un ser humano llegar a atraernos tanto hasta el límite de realizar cualquier sacrificio por ella?
Si, sin duda. Hay personas que nos despiertan tal admiración que somos capaces de dar nuestra propia vida. Y cuando ello acontece es porque hemos encontrado en ella la posibilidad de satisfacer, de alguna manera, estas tres necesidades básicas del corazón humano.
Cuando Jesús, dice el evangelio, vio la multitud «sintió compasión de ellos, porque estaban como ovejas que no tienen pastor». Así se podría resumir las tres necesidades básicas del corazón humano; experimentar compasión. Experimentar que otro comprende y entiende los propios dolores. Hay alguien que es capaz de mirar mi propia miseria y no escandalizarse. Existe un amor que va más allá de lo que me es posible ofrecer a cambio.
Las tres necesidades básicas del corazón humano son:
1-Experimentar amor gratuito;
Este es el primero y más honda necesidad del corazón. Sentirse amado gratuitamente. Experimentar que para alguien soy “importante” más allá de mis logros y conquistas. Vivir el amor gratuito es una experiencia que nos funda como seres humanos. Cuando podemos experimentar este amor, nos abrimos a la relación con los demás con un corazón agradecido. No hay experiencia más honda para engendrar un corazón agradecido que aquella que brota de haberse sentido amado incondicionalmente.
2- Recuperar la confianza en uno mismo;
2- Recuperar la confianza en uno mismo;
Cuando por esas circunstancias de la vida no hemos podido lograr nuestros sueños o alcanzar nuestras metas, sentimos interiormente que nuestras fuerzas decaen y la confianza se resquebraja. Este es el momento en que necesitamos de esa palabra oportuna que logra devolvernos la confianza. Esa mano firme que se extiende y logra que nos pongamos nuevamente de pie. Cuando experimentamos que podemos recuperar la confianza en nosotros mismos sentimos que nuestra vida vuelve a resurgir. Es la experiencia de renacer lo que nos vuelve a poner en marcha. Sentir que alguien nos ayuda a recuperar la confianza en nosotros mismos es una de esas vivencias que con mayor fuerza se graban en el alma.
3- Sentirse perdonado;
3- Sentirse perdonado;
Cuando amamos a otro de verdad anhelamos no defraudar. Queremos ser fieles y entregarnos de corazón a esa relación. Pero en ocasiones no somos los suficientemente coherentes con ese deseo de entrega y fallamos. Todos hemos experimentado lo que significa quebrar la confianza de otro, y cuando ello ocurre sentimos un dolor enorme y una necesidad de restablecer la comunión. Y porque nuestro corazón ha sido creado para la comunión, cuando experimentamos que la hemos roto necesitamos recuperarla. Sentirnos perdonados, es la experiencia más grande del amor gratuito. Porque cuando no hay mérito para ser amado, cuando ha quedado al descubierto la propia miseria y no hay máscara que pueda ocultar la fealdad del egoísmo, hay alguien que vuelve a creer en nosotros y nos ofrece nuevamente su amor y confianza.
Entonces, ¿Por qué aquellas personas buscaban a Jesús? ¿Qué hacia que corrieran a su encuentro? ¿Por qué al estar frente a él sentían que su vida volvía a renacer? Porque su amor era gratuito, porque les devolvía la confianza en ellos mismos y porque sus pecados y miserias no lo escandalizaban.
Cuando podemos experimentar que alguien nos ama así, sentimos que nuestra vida tiene sentido. Pero, cuando por el contrario el mensaje que recibimos es que somos amados “siempre y cuando…”, es decir, con condiciones o sólo por los logros, una de las necesidades básicas no está satisfecha. Y cuando ellos ocurren las otras dos también se resienten notablemente.
Nosotros podríamos interrogarnos sobre nuestro modo de amar. Si es gratuito o a condición. Deberíamos estar más atentos a nuestras palabras y acciones para saber si logran devolver la confianza a aquellos que han fracasado o si por el contrario los terminamos por hundir o humillar más aun. No deberíamos olvidar que al rezar el Padre Nuestro pedimos “ser perdonados” como nosotros perdonamos a los demás. Porque si la medida del perdón que imploramos de Dios es aquella con la que perdonamos a los demás ¿Qué perdón es el que recibes?
Pidamos a Dios desarrollar un corazón compasivo. Que nuestras palabras y acciones reflejen ese amor que todos necesitamos experimentar.
P. Javier Rojas sj
publicado por El evangelio en casa
Entonces, ¿Por qué aquellas personas buscaban a Jesús? ¿Qué hacia que corrieran a su encuentro? ¿Por qué al estar frente a él sentían que su vida volvía a renacer? Porque su amor era gratuito, porque les devolvía la confianza en ellos mismos y porque sus pecados y miserias no lo escandalizaban.
Cuando podemos experimentar que alguien nos ama así, sentimos que nuestra vida tiene sentido. Pero, cuando por el contrario el mensaje que recibimos es que somos amados “siempre y cuando…”, es decir, con condiciones o sólo por los logros, una de las necesidades básicas no está satisfecha. Y cuando ellos ocurren las otras dos también se resienten notablemente.
Nosotros podríamos interrogarnos sobre nuestro modo de amar. Si es gratuito o a condición. Deberíamos estar más atentos a nuestras palabras y acciones para saber si logran devolver la confianza a aquellos que han fracasado o si por el contrario los terminamos por hundir o humillar más aun. No deberíamos olvidar que al rezar el Padre Nuestro pedimos “ser perdonados” como nosotros perdonamos a los demás. Porque si la medida del perdón que imploramos de Dios es aquella con la que perdonamos a los demás ¿Qué perdón es el que recibes?
Pidamos a Dios desarrollar un corazón compasivo. Que nuestras palabras y acciones reflejen ese amor que todos necesitamos experimentar.
P. Javier Rojas sj
publicado por El evangelio en casa
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