La autoridad de Jesús con frecuencia impresionaba, tanto al pueblo como a sus propios discípulos. Aquí había alguien más grande y poderoso que un simple ser humano. Había autoridad en su enseñanza -- tenía algo que decir que retaba y confrontaba a los hombres consigo mismos y con Dios. Mostraba autoridad sobre la ley, porque quería recortarla de su parafernalia, demasiado humana y tramposa. Por su autoridad venció los poderes del mal y del pecado. Sostenía que juzgaba y perdonaba a la gente. Utilizaba su autoridad para el bien de la gente -- ése era un poder de salvación.
Sin embargo, era un poder humilde y modesto, una autoridad de servicio que traía fe, que daba esperanza, que creaba y expresaba amor. Y cuando llegó el momento oportuno, usó su autoridad para entregar su vida y enseguida recuperarla, para pasarla a sus discípulos, y entonces partir ya de este mundo.
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