jueves, 18 de agosto de 2016

Meditación: Mateo 22, 1-14


¿Ha soñado usted alguna vez que llega a un lugar mal vestido? Por ejemplo, llegar a la escuela en pijamas, o a una fiesta formal con pantalones cortos y zapatillas de tenis. Es un sueño común, basado en el temor de hacer el ridículo o ver que todos se burlan de uno.

La parábola del Evangelio de hoy nos ayuda a confrontar este tipo de temores en la vida espiritual. A veces nos preguntamos: “¿Voy a llegar al cielo y tener un lugar en el Reino de Dios? ¿Soy tan bueno como eso?” Pero esta parábola nos recuerda que todos somos bien recibidos en el banquete de Dios, porque él nos ha invitado voluntariamente, no en atención a lo bueno o malo que hayamos hecho. Todos hemos sido llamados e invitados al salón del banquete (Mateo 22, 10).

Esto tiene consecuencias importantes para nosotros. En primer lugar, significa que no debemos creernos mejores por estar en el Reino de Dios. Incluso, aun cuando dudemos de nuestro propio valor, también podemos dudar del valor de otras personas, especialmente si ellos son seguidores más jóvenes o más nuevos de Dios. Pero el Señor nos dice que todos somos iguales en su Reino y que allí estamos sólo por su generosa invitación.

En segundo lugar, significa que tenemos que estar vestidos adecuadamente para el gran banquete. Nuestro anfitrión sabe de dónde venimos y él está listo para darnos el traje de etiqueta necesario, pero tenemos que efectivamente ponernos el traje; tenemos que revestirnos de Jesucristo adoptando su estilo de vida. Tal vez uno se sienta inclinado a usar su “propia” ropa porque prefiere “la independencia” antes que la fe, pero eso sería como llegar a un banquete de gala vistiendo jeans y una camiseta vieja y arrugada. ¡Inconcebible!

Piense por un minuto en la importancia de la invitación que usted ha recibido. No permita que el ajetreo de la vida le distraiga, como sucedió con los invitados de la parábola. Dígale al Señor que usted quiere aceptar su generosa invitación, y pídale que le infunda entusiasmo por el banquete. ¡Luego, revístase de Jesucristo como su tenida de gala y prepárese para celebrar el banquete de las bodas del Cordero!
“Amado Jesús, quiero revestirme de ti para que tú seas mi traje de gala, y luego disfrutar del banquete de tu boda.”
Ezequiel 36, 23-28
Salmo 51(50), 12-15. 18-19
fuente: devocionario Católico La Palabra con nosotros

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