13 de enero de 2017
Para seguir a Jesús es necesario caminar y no permanecer detenidos con “el alma sentada”. Lo afirmó el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta. Al comentar el Evangelio del día – que narra la vicisitud del paralítico al que hicieron entrar por el techo en la casa en la que se encontraba Jesús, el Pontífice subrayó que la fe, si es auténtica, siempre nos hace correr riesgos, pero nos da la esperanza verdadera.
La gente sigue a Jesús, lo sigue por interés o para recibir una palabra de consuelo. El Papa Bergoglio destacó que incluso si la pureza de intención no es total o perfecta, es importante seguir a Jesús, caminar detrás de Él. Y afirmó que la gente se sentía atraída por su autoridad, por las cosas que decía o por cómo las decía. Sí, porque se hacía entender. Y también porque curaba y tanta gente iba detrás de Él para ser curada.
No a los cristianos detenidos que miran la vida desde el balcón y juzgan a los demás
“Otras veces– dijo también Francisco – la gente quería hacerlo Rey, porque pensaba: ‘¡Este es el político perfecto!’”. Y reafirmó que el problema más grande no eran los que seguían a Jesús, sino aquellos que permanecían “detenidos”:
“¡Los inmóviles! Aquellos que estaban en el borde del camino, miraban. Estaban sentados. Propiamente sentados. Allá estaban sentados algunos escribas: estos no seguían, miraban. Miraban desde el balcón. No iban caminando en su propia vida: ‘¡Balconeaban’ la vida! Precisamente allí: ¡jamás corrían ningún riesgo! Sólo juzgaban. Eran los puros y no se implicaban. También los juicios eran fuertes, ¿no? En su corazón: ‘¡Qué gente ignorante! ¡Qué gente supersticiosa!’. Ycuántas veces también nosotros, cuando vemos la piedad de la gente sencilla nos viene a la cabeza aquel clericalismo que tanto mal hace a la Iglesia”.
El Papa destacó que aquellos constituían un grupo de inmóviles: aquellos que estaban allí, en el balcón, mirando y juzgando. Y añadió que hay otro tipo de inmóviles en la vida, refiriéndose así al hombre que, desde hacía 38 años, estaba cerca de la piscina: inmóvil, amargado y sin esperanza, y que “digería” su propia amargura. También aquel es otro inmóvil, que no seguía a Jesús y carecía de esperanza.
Para encontrar verdaderamente a Jesús es necesario arriesgarse
En cambio, esta gente que seguía a Jesús – prosiguió explicando Francisco – “se arriesgaba” con tal de encontrarlo, para encontrar lo que quería:
“Estos de hoy, estos hombres se arriesgaron cuando hicieron el agujero en el techo: corrieron el riesgo de que el dueño de la casa les hiciera una causa, los llevara ante el juez y les hiciera pagar. Se arriesgaron, pero querían ir a lo de Jesús. Aquella mujer enferma desde hacía 18 años se arriesgó cuando, a escondidas, sólo quería tocar el borde del manto de Jesús: corrió el riesgo de provocar vergüenza. Corrió el riesgo: quería la salud, quería llegar a Jesús. Pensemos en la Cananea: y las mujeres se arriesgan más que los hombres, ¡eh! Eso es verdad: ¡son mejores! Y esto debemos reconocerlo”.
Evitar tener el alma “sentada”, un alma cerrada que no tiene esperanza
Preguntémonos, dijo el Santo Padre: “¿Yo corro el riesgo o siempre sigo a Jesús según las reglas de la casa de seguros?”. Así, preocupados por no hacer una cosa u otra, no se sigue a Jesús, sino que se permanece sentados, como estos que juzgaban”:
“Seguir a Jesús, porque tenemos necesidad de alguna cosa, o seguir a Jesús arriesgando, significa seguir a Jesús con fe: ésta es la fe. Encomendarse a Jesús, fiarse de Jesús y con esta fe en su persona, estos hombres hicieron un agujero en el techo para hacer bajar la camilla delante de Jesús, para que Él lo curara. ‘¿Me fío de Jesús? ¿Encomiendo mi vida a Jesús? ¿Estoy en camino detrás de Jesús, incluso si hago el ridículo alguna vez? ¿O estoy sentado mirando lo que hacen los demás, mirando la vida, o estoy sentado con el alma ‘sentada’ – digamos así – con el alma cerrada por la amargura, la falta de esperanza?’. Cada uno de nosotros puede hacerse estas preguntas hoy”.
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