lunes, 12 de marzo de 2018

LA TENTATIVA DE NEGAR LA EXISTENCIA DEL DEMONIO

LÍBRANOS DE TODO MAL
LA TENTATIVA DE NEGAR LA EXISTENCIA DEL DEMONIO

La Iglesia es muy clara al enseñarnos sobre la existencia de las realidades diabólicas. Ella nunca negó la existencia del Mal, por el contrario: la Iglesia siempre afirmó la existencia de esta fuerza opuesta a Dios, que combate contra la humanidad.

Desgraciadamente, existen personas que todavía insisten en caer en un relativismo en cuanto a esta cuestión. Existen, todavía, personas que llegan al punto de negar completamente la existencia del Demonio.

Esas personas responsabilizan solamente al hombre, en cuanto criatura, por todo y cualquier tipo de mal que nos rodea.

La triste realidad es que vemos algunos padres y personas de dentro de la propia Iglesia, negando la existencia del Mal. Ellas desafiaban a los Demonios para que las poseyesen y causasen algún tipo de actividad extraordinaria en sus vidas. Ellas afirmaban que los espíritus que son invocados en determinadas sectas no existen y que nada podrían hacer contra ellas. Por causa de eso, muchos llegaron a creer que realmente no podría haber ningún tipo de acción del Demonio sobre las personas, y que todo sería fruto de mentes perturbadas y enfermas que precisaban atribuir a los espíritus la responsabilidad sobre sus propios problemas, en vez de lidiar personalmente con ellos.

Ciertamente, tales afirmaciones causaron perjuicios a algunas personas, pues ellas no conseguían ver la realidad espiritual que les cercaba. Como todo era explicado por los fenómenos parasicológicos y por el poder que hay en la mente humana, nada quedaba para el Mal. 

Delante de escenas de esas personas que gustaban aparecer en los medios desmintiendo la acción del Demonio y la existencia de entidades malignas espirituales, muchos se preguntaban: “¿El demonio no podría realmente poseer esas personas, que le están desafiando y llamando para dentro de ellos?” Otro cuestionamiento que se hacía era: “Si el Demonio realmente existe, ¿por qué no hace el mal a esas personas?

La respuesta es simple: ¡esas personas ayudaban a los Demonios indirectamente! Ellas realizaban exactamente lo que ellos querían, que era hacer que todos crean que ellos no existen. Es triste saber que, de cierta manera, esas personas colaboraban con la intención real del Demonio, pero es la pura verdad. Por eso, no sería lógico que el Demonio atacase a quien está colaborando de manera tan explícita y amplia con su estrategia.

Curiosamente, aquellos que más defendían -y todavía defienden- que la mayoría de los fenómenos extraordinarios son solo realizados por la autosugestión y por el poder de la mente, y que existe en la parapsicología una explicación “científica” para todo lo que es extraordinario, estos mismos nunca demuestran el poder de sus propias mentes y técnicas parapsicológicas para mover un vaso de lugar…

Quiero referirme aquí un poco a la cuestión de la parapsicología, pues todavía existen quienes utilizan ese recurso para encontrar respuestas a los conflictos que las personas viven.

Pero nosotros, cristianos, no nos apoyamos en la parapsicología para la resolución de lo que entendemos como realidades espirituales, pues los métodos que ella utiliza, así como los resultados, son ampliamente probados por la comunidad científica, y las consecuencias pueden hasta ser trágicas, si intentamos aplicar sus teorías sobre realidades espirituales malignas.

EL PROBLEMA DE NEGAR EL MAL

Existe un gran problema cuando el asunto es negar la existencia del Demonio. Si negamos eso, negamos también toda realidad acerca del pecado que nos envuelve a todos nosotros, y del cual él (Diablo) es el autor desde el principio (Cfr. 1 Jn 3,8)

Siendo así, si niego la existencia del Demonio, niego la existencia del pecado, y si niego la existencia del pecado, estoy despreciando todo el sacrificio, muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, que vino exactamente a romper con las cadenas que nos hacía esclavos del pecado. 

La Biblia dice:
“Para eso es que el Hijo de Dios se manifestó: para destruir las obras del Diablo” 1Jn 3,8
Si no existe pecado, porque no existe su autor, ¿qué es el Diablo?, ¿para qué todo el sacrificio de Jesús en la Cruz? ¿Habría sido todo en vano?

El fue traspasado por nuestras rebeldías y triturado por nuestras iniquidades. El castigo que nos da la paz recayó sobre él y por sus heridas fuimos sanados.

Todos andábamos errantes como ovejas, siguiendo cada uno su propio camino, y el Señor hizo recaer sobre él las iniquidades de todos nosotros. ISAIAS 53, 5-6

Jesús vino a destruir las obras del Diablo! Vino a destruir de manera definitiva el yugo que pesaba y nos hacía cautivos del pecado, y nos dejó Su Espíritu Santo para que, por medio de Él, podamos ir santificándonos con cada elección que hacemos por Dios.

Entonces, si acogemos la Salvación que Dios nos trajo por medio de Jesucristo, no podemos negar a quien Él también combatió.

La verdad sobre la existencia del Demonio está contenida en la Biblia desde el Génesis hasta el Apocalipsis, por lo tanto, para nosotros cristianos, no es opcional creer en la existencia del Mal, es un dogma de fe que no podemos descartar.

No es posible comprender la Salvación sin la creencia en la existencia del Demonio.

DEJEMOS QUE JESÚS RECE SOBRE NOSOTROS.

Permitamos, en este momento, que Jesús rece sobre nosotros con las mismas palabras con las cuales El rezó al Padre…

Dejémonos amar por este Dios que es amor y que no quiere que ninguno de nosotros se pierda.

Lee atentamente cada palabra que Jesús dice al Padre, y déjate inundar por ese Amor. Percíbete en estas palabras de Jesús, porque es por ti y por mi que El está orando al Padre en este exacto momento:
Después de hablar así, Jesús levantó los ojos al cielo, diciendo: «Padre, ha llegado la hora: glorifica a tu Hijo para que el Hijo te glorifique a ti, ya que le diste autoridad sobre todos los hombres, para que él diera Vida eterna a todos los que tú les has dado.Esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo.
Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste.
Ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con la gloria que yo tenía contigo antes que el mundo existiera.
Manifesté tu Nombre a los que separaste del mundo para confiármelos. Eran tuyos y me los diste, y ellos fueron fieles a tu palabra.
Ahora saben que todo lo que me has dado viene de ti,
porque les comuniqué las palabras que tú me diste: ellos han reconocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me enviaste.

Yo ruego por ellos: no ruego por el mundo, sino por los que me diste, porque son tuyos.
Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío, y en ellos he sido glorificado.
Ya no estoy más en el mundo, pero ellos están en él; y yo vuelvo a ti. Padre santo, cuida en tu Nombre a aquellos que me diste, para que sean uno, como nosotros.
Mientras estaba con ellos, cuidaba en tu Nombre a los que me diste; yo los protegía y no se perdió ninguno de ellos, excepto el que debía perderse, para que se cumpliera la Escritura.
Pero ahora voy a ti, y digo esto estando en el mundo, para que mi gozo sea el de ellos y su gozo sea perfecto.

Yo les comuniqué tu palabra, y el mundo los odió porque ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del Maligno.
Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.

Conságralos en la verdad: tu palabra es verdad.
Así como tú me enviaste al mundo, yo también los envío al mundo.
Por ellos me consagro, para que también ellos sean consagrados en la verdad.
No ruego solamente por ellos, sino también por los que, gracias a su palabra, creerán en mí.
Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste.

Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno –yo en ellos y tú en mí– para que sean perfectamente uno y el mundo conozca que tú me has enviado, y que yo los amé cómo tú me amaste.
Padre, quiero que los que tú me diste estén conmigo donde yo esté, para que contemplen la gloria que me has dado, porque ya me amabas antes de la creación del mundo.
Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te conocí, y ellos reconocieron que tú me enviaste.
Les di a conocer tu Nombre, y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me amaste esté en ellos, y yo también esté en ellos».

Por un breve momento, con tus palabras, agradece a Jesús por el cuidado y celo con que Él suplicó al Padre por ti…

Bruno Gesualdo
"libres de todo mal" - Editora Cançao Nova
adaptación del original en portugues

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