lunes, 12 de marzo de 2018

Dios es mayor que nuestras debilidades

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En este cuarto domingo de Cuaresma llamado domingo “laetare” o sea “alégrate”, la antífona de entrada de la liturgia eucarística nos invita a la alegría: “Alégrate Jerusalén, alegraos y regocijaos los que estáis tristes”. Así comienza la misa. ¿Cuál es el motivo de esta alegría? Es el gran amor de Dios por la humanidad, como nos lo indica el Evangelio de hoy: “Porque tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo único para que todo el que crea en él, no perezca sino que tenga vida eterna”. (Jn 3, 16). Estas palabras, pronunciadas por Jesús durante su diálogo con Nicodemo, sintetizan un tema que es el centro del anuncio cristiano: incluso cuando la situación parece desesperada, Dios interviene, ofreciendo al hombre la salvación y la alegría. Dios en efecto, no se quedará apartado, sino más bien entra en la historia de la humanidad para animarla con su gracia y salvarla.

Estamos llamados a escuchar este anuncio, rechazando la tentación de estar seguros de nosotros mismos, de querer prescindir de Dios, de reclamar la libertad absoluta de Él y su Palabra. Cuando encontramos el coraje de reconocernos tal como somos, nos damos cuenta que estamos llamados a lidiar con nuestra fragilidad y nuestros límites y es necesario tener mucho coraje. Entonces puede pasar que nos agobie la angustia, la ansiedad por el mañana, el miedo a la enfermedad y a la muerte. Esto explica porque muchas personas, en busca de una salida a veces toman atajos peligrosos como el túnel de las drogas o de supersticiones o de rituales ruinosos de magia. Es bueno conocer los propios límites, las propias fragilidades, no para desesperar, sino para ofrecerlas al Señor; y Él nos ayuda en el camino de la curación y nos lleva de la mano, nunca nos deja solos y por esto nos alegramos hoy, porque Dios está con nosotros.

Y tenemos la verdadera y gran esperanza en Dios Padre rico en misericordia, que nos ha dado a su Hijo para salvarnos, y esa es nuestra alegría. También tenemos muchas tristezas, pero cuando somos verdaderos cristianos, existe esta esperanza que es una pequeña alegría que crece y te da seguridad. No debemos desanimarnos cuando vemos nuestros límites, nuestros pecados, nuestras debilidades: Dios está allí, próximo, cercano, Jesús está en la cruz para curarnos. Es el amor de Dios. Mira el crucifijo y di: “Dios me ama”. Es cierto, que existen estos límites, estas debilidades, estos pecados, pero Él es mayor que los límites, que las debilidades y los pecados. No olvidéis esto: Dios es mayor que nuestras debilidades, que nuestras infidelidades, que nuestros pecados. Y tomemos al Señor de la mano, miremos al Crucifijo y avancemos.

Que María Madre de la Misericordia nos ponga en el corazón la certeza de que somos amados por Dios. Que ella esté cerca de nosotros en los momentos en los cuales nos sentimos solos, cuando estamos tentados de capitular ante las dificultades de la vida. Que ella nos comunique los sentimientos de su Hijo Jesús, para que nuestro camino de cuaresma se convierta en una experiencia de perdón, de acogida y de caridad.

(Después de la oración mariana del Ángelus el Papa ha dicho:)

Queridos hermanos y hermanas:

Saludo a todos, romanos y peregrinos de Italia y de diferentes países, en particular los fieles de Agropoli, Padua, Troina, Foggia y Caltanissetta, y los jóvenes de la parroquia de San Antonio de Padua, en Serra di Pepe.

Saludo a la Comunidad Brasileña de Roma, al cresimandi de Tivoli con su Obispo, a la juventud de Avigliano y a los muchachos de Saronno.

Un saludo especial para los estudiantes universitarios de diferentes partes del mundo y reunidos en el primer "Hackathon del Vaticano", promovido por el Dicasterio para la Comunicación: queridos jóvenes, es bueno poner la inteligencia que Dios nos da, al servicio de la verdad y de los más necesitados.

Os deseo a todos un buen domingo. Por favor no os olvides de rezar por mí. ¡Buena comida y hasta pronto!

Francisco

No hay comentarios:

Publicar un comentario