Las personas notan cuando un pastor se preocupa por ellas. Si algunos padres sacrifican una promosión profesional para estar más presentes en el hogar, lo notan sus hijos. Las ovejas notan si el pastor está comprometido con todos, o solo con uno o dos "interesantes". Ciertos profesores se ocupan más de unos pocos alumnos aparentemente más inteligentes, y no se interesan por los humildes, por los cojos, por los que están heridos y por los que sufren, que en realidad les necesitan más que los otros.
El buen pastor también llama a su rebaño a la libertad, de modo que cada uno descubra su carácter único, su creatividad, su compromiso. En ocasiones esto puede asustar, porque la gente puede dispararse en todas las direcciones. Pero cuando se entra en una clase y todo está en orden, o en un dormitorio y todo está impecable, sin que haya nada en el suelo ni en la pared, hay algo que no marcha. Los hombres no son ordenados por naturaleza. Tienen sed de creatividad y de libertad. Quizás necesitan que haya un poco de desorden. No son máquinas de sacar brillo para que se "felicite al pastor" (...).
Recuerdo a una mujer que tenía un hijo de quince años con grande deficiencias físicas. Durante toda su vida le había lavado, le daba de comer y cuidaba de él. Un padre de la parroquia fue a visitarla y le dijo: "Esta es la cruz que debe usted llevar. Yo rezaré por usted". Pero no volvió nunca a ofrecerse a ayudar a la madre, para que ella pudiera descansar siquiera una vez, al cabo de treinta años. Hubiera hecho mejor no diciendo nada, o simplemente llorando con su madre, para hacerle experimentar su compasión y que se sintiera comprendida. Solamente Jesús puede curarnos de nuestro egoísmo y darnos fuerza, amor, paciencia, ternura, comprensión y capacidad para escuchar a las personas heridas. Sólo Él puede enseñarnos a ser buenos pastores. Solo Él puede transformar nuestros corazones de carne, para que no nos asuste decir: "Ustedes son mi pueblo, los amo y me comprometo con ustedes".
Jean Vanier - No temas amar. P 62
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