Entrando en el Cenáculo cuando todas las puertas estaban cerradas bajo llave, Cristo mostró una vez más que es Dios por naturaleza, pero que no es tan diferente de aquél que vivía antes con sus discípulos. Descubriendo su costado y mostrando la marca de los clavos, manifestaba la evidencia de que levantó el templo de su cuerpo que había sido suspendido en la cruz (Jn 2:19), destruyendo la muerte física, ya que por naturaleza él es la vida y es Dios…
Incluso si Cristo hubiera querido desplegar la gloria de su cuerpo ante los discípulos, antes de subir hacia el Padre, nuestros ojos no hubieran podido soportar verlo. Esto lo comprenderán fácilmente si se acuerdan de la transfiguración que había sido mostrada antes sobre la montaña (Mt 17:1s)…Es por esto que, con el fin de observar exactamente el plan divino, en el Cenáculo nuestro Señor Jesús se aparecía todavía bajo la forma que tenía antes, y no según la debida gloria que le corresponde a su templo transfigurado. Él no quería que la fe en la resurrección reposara sobre un aspecto y un cuerpo diferente de aquellos que había recibido de la santa Virgen y en los cuales murió después de haber sido crucificado según las Escrituras…
El Señor saluda a los discípulos diciendo: « Paz a ustedes». De esta manera declara que él mismo es la paz, pues aquellos que gozan de su presencia gozan también de un espíritu perfectamente apaciguado. Es justamente esto lo que san Pablo deseaba a los discípulos cuando les decía « Que la paz de Cristo que es mayor de lo que se puede imaginar, les guarde sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús» (Fil 4:7). Para san Pablo, la paz de Cristo, que supera todo lo que podemos imaginar, no es otra que su Espíritu (Jn 20:21-22); aquel que participa a su espíritu será colmado de todo bien.
San Cirilo de Alejandría (380-444), obispo y doctor de la Iglesia
Comentario del Evangelio de san Juan (Trad. ©Evangelizo.org)
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