Los apóstoles y los discípulos de Nuestro Señor, como hijos sin padre y soldados sin capitán, habiéndose retirado llenos de temor en una casa, el Salvador se les apareció para consolarlos en su aflicción, y les dijo « ¿Por qué tienen miedo y están afligidos? Si es la duda de que lo que les prometí sobre mi resurrección no va a ocurrir, la paz sea con ustedes, permanezcan en la paz, que la paz se haga en ustedes, porque he resucitado. Miren mis manos, toquen mis heridas; soy yo, no teman, la paz sea con ustedes»…
Como si quisiera decir: « ¿Qué tienen mis apóstoles que están todos temerosos y llenos de miedo? ahora ya no tienen por qué, pues les he adquirido para ustedes la paz que les doy. No solamente mi Padre me la debe porque soy su Hijo, sino también porque la he comprado al precio de mi sangre y de estas llagas que les muestro. De ahora en adelante, no sean cobardes ni temerosos, pues la guerra ha terminado. Tuvieron razones de temer durante los días pasados cuando vieron que me latiguearon…, cuando me golpearon, cuando me coronaron de espinas, cuando me hirieron desde la cabeza hasta los pies y que me clavaron en la cruz. Sufrí toda clase de oprobios, de desamparos y de ignominias…Pero ahora no teman más, que la paz sea en sus corazones, porque he salido victorioso y he vencido a todos mis adversarios: he vencido al diablo, al mundo y a la carne…Hasta esta hora les he dado varias veces mi paz, ahora les muestro como la adquirí…Todo lo que doy a mis más queridos, es la paz; por eso, la paz a ustedes, y a todos los que creerán en mí.»
San Francisco de Sales (1567-1622), obispo de Ginebra y doctor de la Iglesia
OC, t 9, p.290s (Trad. ©Evangelizo.org)
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