Vieron a Jesús caminando sobre las aguas… y se asustaron.Juan 6, 19
El Evangelio de hoy contiene dos verdades importantes. Primero, demuestra que Jesús es divino, porque podía caminar sobre el agua y controlar las leyes de la naturaleza. Lo puede hacer porque es uno con el Creador del universo.
Jesús, siendo Señor de toda la Creación, tiene poder sobre la naturaleza. Al darse cuenta de esto, los apóstoles tuvieron miedo y se sintieron llenos de un temor grande y reverente.
La segunda verdad que advertimos en este relato es que Jesús quiere hablarnos personalmente. Los apóstoles se dieron cuenta de la divinidad de Jesús, porque vieron que podía controlar el orden creado y se quedaron pasmados, pero el miedo dio paso a la fe cuando les dijo: “Soy yo, no tengan miedo.” Las palabras de Jesús les llegaron muy hondo a cada uno y les ablandó el corazón; por eso “con gusto lo recibieron en la barca.”
A veces nosotros también nos sentimos atormentados y atribulados, como los apóstoles que navegaban en el mar embravecido. Nadie es inmune a las dificultades de la vida: las tensiones y pesares con familiares y amigos; los problemas de trabajo o económicos; las enfermedades y los vicios. Por mucho que tratemos de evitar tales situaciones, a veces no parece que lo logramos, pero no hay que desmayar: Jesús quiere que sepamos que él también tiene dominio sobre todas estas cosas. Su muerte y su resurrección nos ponen ahora mismo en contacto con la vida del mundo venidero y así logramos vivir en la victoria de la resurrección.
¿Has tenido tú un encuentro con Cristo y has conocido su poder? ¿Lo has visto como Señor y Rey del universo, con autoridad sobre todas las cosas? ¿Has experimentado el consuelo de escuchar su voz cada día en la oración, en el Texto Sagrado y en la Liturgia? El Señor quiere que lo conozcas de todas estas formas. Acude a Jesús ahora mismo y haz oración; pídele que venga a tu corazón. El Señor te demostrará que tiene dominio sobre el pecado y sobre las obras de la oscuridad y te dará tranquilidad respecto a tu vida. Abre tu corazón y recíbelo con alegría. Una vez que lo hagas, dedícate a tener presente al Señor, hacer oración diariamente y leer y estudiar su Palabra en la Sagrada Escritura. Así crecerán tu fe y tu paz.
“Señor mío Jesucristo, pongo toda mi confianza en ti. Ven a mi corazón y mi mente, para que la luz de tu verdad guíe mis pasos y yo sea un fiel seguidor tuyo.”
Hechos 6, 1-7
Salmo 33(32), 1-2. 4-5. 18-19
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario