No trabajen por ese alimento que se acaba, sino por el alimento que dura para la vida eterna y que les dará el Hijo del hombre.
Juan 6, 27
Estas palabras son cruciales para la revelación de que Jesús es el alimento eterno que recibimos en la Palabra de Dios y en la Sagrada Eucaristía. Cristo dice que hemos de trabajar por el alimento imperecedero y no afanarnos por el que se echa a perder. Pero nos preguntamos, tal como los oyentes de Jesús: ¿Cómo podemos trabajar por ese alimento? ¿Qué hemos de hacer para realizar las obras de Dios? Jesús nos da la respuesta: “La única obra que Dios quiere es que crean en aquel que él ha enviado.”
Luego, creer es la base central de la comunión con Dios y la aceptación de su Hijo. Creer no es una obra que nosotros hagamos, sino Dios quien la realiza en nosotros. En este tiempo de Pascua estamos conscientes, quizás más que en otras épocas del año, de la importancia de este don de la fe. Es por fe que aceptamos la verdad de Dios y de Jesucristo, nuestro Señor.
Creer no es un acto pasivo, sino una aceptación activa de la verdad divina. De modo que se requiere creer, no sólo para aceptar a Cristo resucitado, sino para entender sus enseñanzas, recibir sus dones, mantener nuestra relación con su Persona y con el Padre por el poder del Espíritu Santo. La vida nueva que el Señor nos ofrece se alimenta tanto de su Palabra como del Sacramento de su Cuerpo y su Sangre, es decir, la Sagrada Eucaristía.
La Iglesia, en el momento más solemne de la Liturgia Eucarística (la Consagración), nos invita a anunciar el “Misterio de la fe,” pero no podemos reafirmar la verdad que se declara en la Liturgia de la Eucaristía ni en la Liturgia de la Palabra si no aceptamos conscientemente aquella verdad que nos exige creer en la verdad. La fe debemos centrarla en que Jesús es el Mesías enviado por el Padre como alimento para la vida eterna y en que él mismo está presente en la Sagrada Eucaristía, en su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad. Así pues, cuando vayas a comulgar, piensa que Jesús está allí en Persona esperándote para darte su Cuerpo y su Sangre ahora y para tu salvación eterna.
“Señor Jesús, creo que tú eres el Pan de Vida, el alimento imperecedero que me da la vida eterna. Aliméntame, Señor, con tu Palabra y la Eucaristía, mientras espero con gozo tu venida gloriosa.”
Hechos 6, 8-15
Salmo 119(118), 23-24. 26-27. 29-20
fuente: Devocionario CAtólico La Palabra con nosotros
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