Lucas 24, 45
La verdad es tan resplandeciente y poderosa que nos arde en el corazón, porque Jesús es la verdad y la Palabra del Padre. El conocimiento de Dios arde en nuestras entrañas, así como le sucedió a Jeremías, que no podía retener la Palabra de Dios en su interior (Jeremías 20, 9).
Es importante leer la santa Biblia cada día porque, haciéndolo, tenemos la posibilidad de experimentar a Jesús, el Verbo Divino. Él nos comunica su presencia de muchas maneras, pero con mayor frecuencia cuando meditamos en su Palabra; toda ella nos hace elevar el alma hacia el Señor, de modo que, si queremos conocer a Cristo, debemos abrir nuestro entendimiento para comprender el texto bíblico.
El Concilio Vaticano II, en su Constitución Dogmática Dei Verbum sobre la Divina Revelación (25), citando a San Jerónimo, señaló que: “El desconocimiento de las Escrituras es desconocimiento de Cristo”. El Concilio recomendó la lectura bíblica no sólo como una práctica devocional, sino como un acompañamiento a la oración personal: “A él le hablamos cuando oramos, y a él le oímos cuando leemos las palabras divinas” (dicho de San Ambrosio).
Para reconocer la presencia de Jesús y entender quién es realmente su Persona divina, debemos alimentarnos del pan de la Sagrada Escritura y también de la Sagrada Eucaristía. Jesús obedeció perfectamente al Padre, y conocía a fondo las Escrituras hebreas (que eran la Biblia de su tiempo). En su ministerio público, continuamente citaba la escritura diciendo: “Oyeron que se dijo” y “¿No han leído nunca en las Escrituras?” (Mateo 5, 31; 21, 42). Incluso, de niño, sorprendió a los ancianos del templo por todo lo que sabía (Lucas 2, 46-47).
Si queremos ser hijos de Dios llenos de fe y de bendiciones, y dar mucho fruto para nuestras familias y para la Iglesia, sería bueno que siguiéramos el ejemplo de Jesús y nos dedicáramos de lleno a estudiar la Palabra de Dios, para que ella nos llene de la verdad y la gracia; nos alimentemos de ella, la creamos y la obedezcamos. Así aprenderemos a ser como Jesús y la verdad arderá en nuestro corazón. Recordemos que “la Palabra de Dios es “útil para enseñar y reprender, para corregir y educar… para que el hombre de Dios esté preparado para hacer toda clase de bien” (2 Timoteo 3, 16).
“Señor mío Jesucristo, permite que tu santa Palabra actúe en mi interior, me ilumine y me lleve a conocerte cada día más.”
Hechos 3, 11-26
Salmo 8, 2. 5-9
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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