La paz vendrá, con la ayuda de Dios, sólo después de morir. Este mundo no es el Paraíso y nosotros tampoco somos ángeles.
Puedo imaginarme los afanes de tu vida. Pero no te apresures, querido hijo, buscando el consuelo, sabiendo que tienes que atravesar estos trabajos espirituales... Al contrario, aprende a confiarlo todo a la voluntad de Dios; sólo así tu paciencia adquirirá un contenido nuevo y se volverá un esfuerzo salvador al obrar para Dios.
Me cuentas que el maligno te ataca nuevamente, pero ahora desde otro punto. Dios te ha concedido conocer el miserable estado espiritual en que te hallas, cosa que representa un don, porque es un milagro que puedas gozar otra vez de esa visión espiritual.
Debemos agradecerle a Dios y vivir con la esperanza que, si Él entró a tu vida cuando vivías en la peor de las oscuridades, no te dejará ahora cuando más te esfuerzas en salirle al encuentro, aún sin fuerzas o trastrabillando. El enemigo es quien te llena de pensamientos, porque quiere llevarte al pecado de la desesperanza... para que vuelvas a caer. ¡No se lo permitas! Cuando el maligno se te acerque con la desesperanza, huye con tu mente al amor infinito de Dios y Su misericordia. Y si el orgullo quiere enaltecerte, acuérdate de lo profundo de tus caídas.
Así es como debes pasar toda esta vida, luchando contigo mismo y con el enemigo. La paz vendrá, con la ayuda de Dios, sólo después de morir. Este mundo no es el Paraíso y nosotros tampoco somos ángeles”.
fuente Doxologia
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